domingo, 31 de octubre de 2010

Dios no existe


Parecía que esta vez era posible, que íbamos a eludir la fatalidad argentina que atraviesa nuestra historia. Tal vez por esa razón cuando la noticia de la muerte de Néstor Kirchner llegó con la fuerza del viento de la Patagonia corrimos a mares hacia la Plaza de Mayo.
Fue un círculo. El día que asumió como Presidente fueron muchos los que salieron de sus casas emocionados cuando escucharon que recordaba la Plaza del 73. Él había sido uno más de los jóvenes que festejaban la llegada de Héctor Cámpora al gobierno y mucho otros de su generación, que observaban el discurso de asunción con recelo y desconfianza, dejaron la sobremesa dominical de lado y se fueron a la Plaza derribando millones de prejuicios.
Néstor nos enseñó a poner el cuerpo por nuestras ideas, a ser más valientes, a confiar en nuestro protagonismo. Los festejos del Bicentenario no fueron puro despliegue de imágenes como dijo Josefina Ludner, fueron la posibilidad ritual de encarnar la historia. Porque recuperamos nuestro lugar en Latinoamérica, porque revisamos críticamente nuestro pasado, porque vencimos al destino de fracasos, nos lanzamos a festejar durante cuatro días. Éramos un pueblo que teníamos muy en claro lo que queríamos y nos sentíamos orgullosos de ser argentinos.
Durante dos siglos distintos gobiernos nos educaron en una cultura de la auto degradación que tuvo pequeñas interrupciones como los dos mandatos de Juan Perón . Ser argentino era sinónimo de imposibilidad. Estábamos destinados a soñar lo que nunca íbamos a tener. Una clase dirigente se ocupa permanentemente de convencernos de que nuestra auspiciosa realidad de todos los días es un espejismo. Primero fue el viento de cola que permitió mejorar los ingresos, crear fuentes de trabajo, conseguir la quita más importante de la deuda al Fondo Monetario de la historia. Pero cuando el viento de cola vino de frente, cuando la crisis internacional estalló y nosotros seguimos consumiendo y mantenemos nuestro nivel de vida porque logramos nuestra soberanía económica, se quejan porque la Presidenta no asume la crisis. Se les hace intragable que se anime a darle consejos a los países europeos. Nosotros no estamos para eso, siempre nos enseñaron a afirmar que Europa era el paraíso que debíamos copiar y ahora esta mujer se anima a tirar abajo la propaganda más añeja de la oligarquía argentina.
El velatorio de Néstor Kirchner fue un acto de movilización popular donde todo el que se acercaba a la capilla ardiente quería hacer oír su voz. El kirchnerismo es un gran
constructor de ciudadanía y en la despedida del ex Presidente estallaron las singularidades. Carteles hechos a mano, adornos florales caseros y gritos. El pueblo dijo en todas sus formas, en todos sus tonos de voz que iba a acompañar a Cristina, que iba a cuidarla como ese día de la caminata latinoamericana en la fiesta del Bicentenario. Cristina, Néstor, ocho presidentes de América Latina abrazados por el pueblo.
Es difícil transmitir la sensación de hermandad que palpamos por estos días. Está el dolor como vacío, como desamparo, pero existe la certeza de que somos muchísimos los que estamos dispuestos a defender lo conseguido, que pensamos similar y estamos con la atención puesta en los mismos temores. Alertas y en comunión.
Movilizarse durante estos años fue un modo de darnos visibilidad frente a un discurso mediático que nos negaba. El pueblo no quiere a los Kirchner, repetían una y otra vez los medios hegemónicos. Sujetos sin organización partidaria se convirtieron en militantes espontáneos decididos a discutir con el vecino, los amigos, los compañeros de trabajo sobre los cambios maravillosos que había traído a su vida el kirchnerismo y ellos parecían no querer aceptar.
Manifestarse era el mejor argumento contra la derecha que tuvo efímeras capacidades de movilización durante el conflicto con el campo. La diferencia es que ellos se mueven por intereses y el pueblo por convicciones. Durante el Bicentenario los ruralistas intentaron organizar un festejo paralelo que se vio aplastado por los seis millones de personas que asistieron a los festejos oficiales.
Estuvimos juntos en la felicidad y el dolor. Hicimos de todas esas instancias un acto colectivo. Dejamos de ser individualidades. Tantos golpes para que en el Bicentenario de la patria naciera el pueblo. Esa palabra que despertó burlas durante los noventa, ya considerada demodé, reciclada por una izquierda de museo, hoy es una realidad. Murió Néstor y nació el héroe colectivo.

domingo, 24 de octubre de 2010

Morir en Barracas


Existen importantes sectores políticos en nuestro país, especialmente vinculados a la derecha, que entienden la política desde el lenguaje de la muerte. Su modo de intervención está vinculado a reducir la acción de los sujetos al máximo. Los sujetos no pueden reclamar, no pueden recibir un salario justo, no pueden plantarse como protagonistas de un momento histórico, no pueden tener proyectos y esa negación de sus posibilidades los lleva a pensar la muerte como un modo de hablar de la política, como un idioma en el que ellos se presentan para establecer, a partir del terror y el dolor que toda muerte presenta, una nueva imposibilidad.

La pregunta, frente al reciente asesinato de un militante es ¿de que modo aquellos que nos proponemos intervenir políticamente nos paramos frente a esta estrategia de la muerte? ¿Cómo combatir la política del crimen sin reproducir sus métodos?

En las tragedias griegas los dioses diseñaban terribles fatalidades para los reyes y príncipes como un modo de demostrarles que su poder era muy endeble, que nada podían hacer frente al dominio divino. Los hechos de Barracas quieren señalar que el verdadero poder es otro, no el que está en la Rosada. Hay otra fuerza que le hace pito catalán a los propósitos de la Presidenta. Si ella dice que su gobierno no va a reprimir ellos le tiran un muerto para responderle: tus objetivos no valen nada para nosotros.

Elisa Carrió, Morales Solá formaban el coro que pedía a gritos un muerto. El muerto vale para ellos, en la medida que frustre un proyecto político. Su modo de entender la vida es claro. El militante que cobra entidad para ellos es el militante muerto. Allí asume un nombre quien antes fuera anónimo. La izquierda también se exalta con sus muertos porque es el único modo que encuentran de conseguir protagonismo. Ellos adquieren entidad en el disturbio, la crisis, el despelote. Se trata de sectores incapaces de construir, de pensar la política desde la acción, desde la creación de posibilidades, desde la concreción de mejoras notables en la vida de los sujetos. No sólo no pueden realizar esta política sino que sienten una profunda envidia hacia quienes logran llevarla a la práctica.

En la discusión del “No matarás” que hace unos años efectuara Oscar Del Barco, había un dejo de tragedia y de resignación que se respiraba en sus enrarecidos textos. Existe una derecha asesina frente a la que no hay posibilidad de defensa. El único camino que le queda al pueblo es la mansedumbre. Antes que identificarse con el asesino y reproducir su lógica es preferible ser víctima. Por supuesto que mi interpretación de Del Barco es hereje. Pero no estoy intentando explicar sus textos sino decir aquello que para mi se desprende de sus formulaciones.

Toda muerte que se desarrolla en un escenario político social tiene múltiples significados. Es imprescindible desentrañar el sentido que tiene en cada uno de los contextos. El asesinato de Kosteky y Santillán señaló los límites del gobierno de Eduardo Duhalde. El presidente interino no podía controlar la situación de crisis social por la que atravesaba el país y tomó la decisión de reprimir como un modo de capturar el control, de manejar los hechos.Fue un error político que padeció, que frustró sus deseos de continuar como presidente pero se trató de un error inevitable porque estaba en la lógica de su concepción política.

El asesinato de Mariano Ferreyra surge de sectores sindicales contrarios al gobierno y se articula perfectamente con las acciones de una oposición que necesita imperiosamente que este modelo llegue a su fin para beneficiarse económicamente con la crisis y el ajuste. Pero no es sólo eso. Estos pingüinos, esta mierda oficialista, le está haciendo creer a la gente que puede ser protagonista, que puede tomar las riendas de la historia, que puede pensar, escribir sus ideas en la web, criticar a periodistas impolutos, exigir y pedir una vida mejor. En estos siete años nos reencontramos con muchas de nuestras capacidades y ese es un aprendizaje inolvidable. En los noventa sentíamos que no podíamos nada, que teníamos que resignarnos e intentar zafarla incluso ,pisándole la cabeza a nuestros amigos, ahora nos sorprenden nuestras convicciones, defendemos los que pensamos y nos bancamos los riesgos y esto es mucho más peligroso que una paritaria.

Los que matan nos quieren convencer de que nuestra vida está en sus manos, que nos pueden hacer desaparecer, que no somos absolutamente nada más que títeres que debemos amoldarnos a sus intereses. Mientras que, casi como una paradoja quieren encender otra acción, aquella que pueble las calles de marchas contra el gobierno para señalarlo como el responsable de esta muerte.

Es una manera de ponerle límites al kirchnerismo. Insisto, es urgente pensar de qué modo debemos combatir y trazar estrategias frente a un contrincante de estas características sin compartir sus métodos. Porque nos vuelven a instalar en el enunciado que sostiene que la lucha política se resuelve en la guerra. Quienes se rasgan las vestiduras por la crispación, por la persistencia en el conflicto, pretenden responder al conflicto con la aniquilación del otro.

Estamos enfrentándonos a un adversario que no tiene escrúpulos, por eso hay que ser lucidos y adelantarse a los hechos. El gobierno tendría que haber estado advertido de que una situación así podía ocurrir y desplegar acciones para impedirla.

sábado, 23 de octubre de 2010

Río plateado


Una versión de esta nota salió publicada el viernes 15 de octubre en el diario Página/12



Por Alejandra Varela
Copi es el nombre de una personalidad avasallante. Con su cadencia desvergonzada se abre paso derrumbando mitos. Su escritura se ofrece en una verborragia incontenible.
Copi miente la autobiografía, mientras se acerca a la Argentina con desconfianza y reparos. Hace estallar la identidad que vive en las contradicciones de su propia familia, poblada de uniones imposibles y de fabulaciones extremas . Copi imita a su abuela Salvadora Botana y de ella aprende que el testimonio es la excusa para la ficción. El lector que se atreva a posar su mirada en “Río de la Plata”, el último texto que se asoma en el primer tomo de las Obras Completas que por estos días presenta Anagrama, no deberá ser incauto ni confiado. Copi se reirá de él sin piedad. Jugará a hacer de la autobiografía el territorio propicio para el disparate, la exageración y la aventura.
Pero hay un rincón donde se encuentra una cuota de indulgencia. Copi parece temerle a la verdad. Según la inteligente mirada de María Moreno, autora del prólogo, la identidad es peligrosa en su revelación . No sólo porque en la historia familiar de Copi hay crímenes y fantasmas shakespearanos, sino porque la identidad sexual de la Argentina toda, es inspiradora de la más desconcertante y burlesca descripción.
Copi mezcla el psicoanálisis paródico con la mirada extrañada al proponer que en la Argentina los micros son lugares propicios para el toqueteo, que en todos los cines se hace el amor en la platea menos en la cinemateca, que la homosexualidad es en realidad una costumbre absolutamente naturalizada ,ya que los niños y adolescentes del mismo sexo comparten la cama y los vestuarios, que en toda casa hay un gay en el closet que es considerado como asexuado, inteligente y moderno, al que se le hace pagar el precio de mantener a sus padres mientras guarde sus romances en el lugar de la aventura episódica. Y es piadoso porque le quita dramatismo a este costumbrismo obsceno (por lo fuera de escena) para señalar que todos saben y callan porque también practican el secreto. “Los porteños de todas las edades tienen con frecuencia moretones en el cuello que esconden con un pañuelo o que hacen pasar por picaduras de insectos”. Declara al borde de la risa, en esta suerte de sexualidad clandestina que se oculta más allá de las vidas convencionales pero que flota en la superficie bajo la forma de un chupón delator.
Copi utiliza el cliché para ser concreto, para ser gráfico. En su “Eva Perón” destrozó la metáfora al darle el cuerpo de un travesti. Si las personas de su bando (las que odian al peronismo, los famosos gorilas) acusaban a Eva de ser el hombre de la pareja por qué no convertir esa palabra en carne y esa carne en la posibilidad ridícula de sobrevivir.
Copi vuelve absurdo el ritual de lo sagrado. Su muerte fue una escena de excesos, locas extasiadas entre güisqui y joint y un hermano machote tratando de conquistar a la enfermera, mientras un Copi moribundo alardea de ser el más vanguardista al morir de Sida antes que todos.
Copi dibuja un Río de la Plata expresionista. Sin matices pero en tránsito. Hace de la huída, del “orgullo del perseguido” una peripecia donde sólo hay fatalidad cuando se pronuncia la palabra peronismo.

domingo, 17 de octubre de 2010

Quemá ese libro


En el año 2007 me enteré que editorial Sudamericana había decidido retirar de la venta el libro “Cooke” del periodista de Editorial Perfil Franco Linder. Le comenté esta situación bastante poco habitual a la editora de Clarín con la que trabajaba en ese momento y se interesó en hacer una nota sobre semejante noticia . Le entregué el material que pueden leer a continuación que jamás se publicó sin que mediara una explicación al respecto. Tampoco hubo comentarios por esos días sobre un hecho francamente insólito. Me parece interesante recuperar hoy un texto que vuelve a tener cierta actualidad.

Por Alejandra Varela
Esa fascinación por convertir los hechos de la historia (la que se escribe con mayúscula y la inmediata que se digiere y consume bajo el nombre de noticias) en materia literaria, en un texto tan disfrutable en su lectura como una buena novela, le costó cara a Franco Lindner.
Su libro “Cooke, el heredero maldito de Perón” fue retirado de la venta por Editorial Sudamericana debido a la querella presentada por el empresario Héctor Villalón al sentirse agraviado por el modo de ser retratado dentro de esta historia.
Villalón es un empresario argentino radicado en Brasil. Su itinerario político despierta el interés literario: perteneció a Tacuara, a las Fuerzas Armadas Peronistas (F.A.P) y su nombre se mezcla tanto en el entorno menemista como en la guerrilla de los setenta. Fue la conexión entre Juan Domingo Perón y el gobierno cubano en los años del exilio del general en España. Encargado de organizar el ala combativa del movimiento peronista, consigue, gracias a John William Cooke, la explotación oficial del tabaco cubano en varios países de Europa como un modo de financiar el proyecto político peronista que, por ese entonces, tenía la simpatía y el apoyo del gobierno de Cuba. En varias publicaciones, firmadas por Pacho O’Donnel y Rogelio García Lupo, entre otros, se menciona que Perón le escribe a Fidel Castro denunciando que el importante beneficio económico generado por este negocio jamás llegó a sus manos ni a su movimiento. Muchos afirman que éste habría sido el origen de la fortuna de Villalón.
Pero Lindner convierte estos datos en una escena donde el mismísimo general increpa a Villalón y descarga sobre él el insulto de “estafador”. La vehemencia dramática de Lindner no le gustó nada a Villalón quien se negó a leer esta historia como una novela y pidió pruebas. Hizo uso de su talento para la querella. Y para eludir a la justicia.
Señalado como el artífice del secuestro del Presidente de la Fiat-Francia, Luchino Revelli-Beaumont en 1977 y mencionado en varias investigaciones sobre el lavado de dinero en los años del menemismo, Villalón se presenta como una figura astuta para liberarse de los cargos que pesan sobre él y temible a la hora de enfrentar sus acusaciones. Por esta razón, tanto el autor como los editores de Sudamericana, decidieron resolver el asunto extrajudicialmente.
“Ir a juicio iba a costarle mucho dinero a la editorial y yo no podía garantizarles que íbamos a ganar”, explica Lindner. “Si bien contaba con testigos para fundamentar mi afirmación se trataba de fuentes orales que no sabía si me iban a responder al momento del juicio porque, en la mayor parte de los casos, habían hablado off the record”
El mismo autor considera que “el libro no tuvo mucha repercusión. Si hizo una tirada de 5 mil ejemplares y se vendieron 2 mil. En términos económicos no tenía sentido ir a juicio por 3 mil ejemplares.”
Existe un acuerdo entre las partes que determina que, en caso de reedición, se deberá suprimir o modificar el párrafo mencionado pero para Lindner se trata de un capítulo cerrado: “todo esto me desgastó mucho y perdí interés”.
Juan Gaspari, autor de “Manuscrito de un desaparecido de la ESMA. El libro de Jorge Caffati”, agrega que al desencadenarse este conflicto recibió una llamada del abogado de Villalón interesado por conocer la suerte que corría su defendido en dicha publicación. También le confesó que estaba en la mira Pacho O’Donnel por su biografía”Che. La vida por un mundo mejor”, donde también se cuentan las andanzas de Villalón entre Cuba y Puerta de Hierro. Lo cierto es que ninguno de estos libros tuvo que ser retirado del mercado como ocurrió con el material de Lindner. Villalón encontró en ese texto cierta vulnerabilidad y, finalmente, logró su cometido.
Los episodios relatados por Lindner se repiten en numerosas notas y libros de investigación periodística pero tal vez en este caso la construcción narrativa le dio fragilidad a un texto que no pudo defender por sí mismo su solvencia documental frente al deseo ficcional del autor.

viernes, 15 de octubre de 2010

El retiro


http://zonaliteratura.com.ar/?page_id=895



“No es un hombre sino el mundo el que se ha vuelto anormal”
(Antonin Artaud)


Dejé la casa esa noche, convencido de que no volvería nunca. Nadie me habría tomado en serio con una valija llena de dibujos y pocos billetes que en unos días podían no valer nada. Pero lo más ridículo del equipaje era mi documento: un papel y una foto que ya no servían, propias de un hombre al que habían declarado inexistente.
Sabía que tenía que salir de la ciudad antes de que llegara el día. Sino estaría más cerca de convertirme en uno de los personajes de mis historietas que a un hombre: “Un hombre” Dije en voz alta esa frase sin entenderla, mientras las risas de unas prostitutas que corrían por una calle cercana me recordaron mi odio a toda palabra que implicara un orden, una forma de civilización. ¿Por qué ahora me aferraba a la idea de hombre que siempre había combatido?, ¿por qué necesitaba mi parte humana esa noche cuando había decidido no pertenecer a esa raza que se desmoronaba?
Dejé, entonces, mi saco y mi sombrero de profesor burgués en el banco de una vieja estación y usé las vías del tren para guiarme en mi partida. En esa noche no había una imagen posible. Sólo la mía. Por momentos levantaba el brazo para mirarme y mis manos parecían irradiar una luz que las hacía visibles. Pero eso sólo pasó al comienzo, en los primeros kilómetros. Después me di cuenta de que era yo quien deseaba verme y me imaginaba brazos y piernas grotescos y exaltados. Soy un dibujante, puedo crear contornos, formas. Estoy vivo gracias a ese don, a lo que puedo imaginar. Cualquier soporte me sirve, no necesito el papel. Siempre estoy creando y esa noche me puse a dibujar mientras cargaba una maleta
inútil, sólo para entretenerme.
Avanzaba la madrugada cuando decidí que pintar árboles y flores podía ser más interesante que insistir con la figura humana, aunque por ese entonces ya había hecho de ella un fantasma o un monstruo, casi diría una mutación ridícula, una mezcla feroz del hombre con el animal. ¿A quién dibujar ahora? ¿A mendigos que tiran del carro para convertirse en pequeños tiranos? ¿A hombres de letras encandilados por una voz que les quita las palabras? Quisiera ser como Goya que se pintó comiéndose a sus propios hijos.
Algunos ya habían mencionado ese sonido. Era una especie de trompeta pequeña (nunca supe nada de música) que imitaba el canto de un gallo. Así, contaban otros, se escuchaba la primera vez, después no era más que una trompeta desafinada que anunciaba la llegada del día. Supe que ya estaba cerca, que ese sonido marcaba un final, el cierre definitivo con esa ciudad que había abandonado. Ya no corría peligro de arrepentirme, de desear el regreso y me sentí bien, casi feliz, orgulloso de este ínfimo logro que anunciaba otra vida.
Divisé el alambrado y noté que la puerta de entrada estaba apenas abierta. Las primeras imágenes del día eran auspiciosas: Un hombre semidesnudo me mostraba con una sonrisa las marcas de la gangrena en el brazo. Era así, idéntica a esa imagen, la caricatura que había dibujado antes de salir de mi casa. Sabía que estaba en mi valija y se la mostré. Él me miró complacido, hasta diría agradecido, y se perdió entre los otros. Yo supe que había logrado mi propósito: un mundo igual a mis dibujos. Si todo artista inventa aquello que quiere vivir, yo podía llamarme un privilegiado. Antes de entrar a Gott min us (así se llamaba el lugar a donde había decidido pasar mis últimos años) decidí sacarme los
zapatos.

lunes, 11 de octubre de 2010

Educación sentimental o el off del Nuevo Cine Argentino


Esta nota se publicó en el año 2007 en la revista La Mujer de mi Vida

Por Alejandra Varela
Contar una historia no es algo tan diferente a construir una vida. Se necesita de una mirada atenta hacia el mundo y de un esfuerzo de auto conocimiento, de un amor hacia la experiencia y de una combinación, no siempre equilibrada, de astucia y audacia.
Si cuatro jóvenes profesionales del cine, involucrados en el, así llamado, Nuevo Cine Argentino, se unen para hacer su ópera prima ¿dónde deberían buscar inspiración? ¿En la calle, recurrir una vez más a los no actores y contar la miseria desde la mudez y los tiempos muertos? ¿O tal vez, reflejar el aburrimiento y la desesperanza de una clase media incapaz de actuar? La sorpresa es que Eva Bär, Tamae Garateguy, Santiago Giralt y Camila Toker encontraron la anécdota que querían contar en ellos mismos.
UPA (Una película Argentina) estrenada y premiada en el último Bafici, organiza su trama con las peripecias que deben transitar tres personajes que deciden filmar en Buenos Aires. ¿Lugar común? ¿Autoreferencialidad? Podría ser pero si los sujetos filman como viven y si sus vidas son personales, si se trata de jóvenes despiertos que participan del cine independiente pero que toman distancia y son capaces de cuestionar los modos seguros y aceptables que se fueron institucionalizando con el tiempo, es decir, si cada apuesta puede contener una pluralidad, entonces se estructura un relato que involucra y suma, que rompe el cerco y no le habla sólo a los especialistas.
UPA es una intervención, casi una investigación social espontánea que se construye en la dinámica marcada desde la escucha atenta a ese público que les preguntaba: “¿Hiciste una película? ¿Y pasa algo?”, a la elaboración como realizadores que confiesan: “Teníamos todo el tiempo al espectador en la cabeza” Suena raro ¿no? Suena a esas frases que ya no se escuchan, exiliadas totalmente del lenguaje de los jóvenes cineastas. UPA ilumina un nuevo espacio, tal vez el off del cine, como lo define Tamae Garateguy, donde se da de nuevo sin el resguardo de subsidios ni exigencias for export pero, además, es una lupa puesta en el mundo del cine.
Camila Toker, esa figura rubia y pequeña que se desliza, no sin contundencia, en las películas de Celina Murga y Juan Villegas, explica de un modo totalmente terrenal como entiende el desarrollo de su film: “Podrían ser tres que se juntan para poner una peluquería y les pasan cosas inherentes a su actividad pero también se enfrentan a las condiciones que se imponen hoy en Buenos Aires.”
Hacer cine no se diferencia de otro trabajo porque es eso, un oficio que requiere de la voluntad y el aporte colectivo. Entonces los realizadores/actores no tienen pudores en repartir chupetines que sirvan para promocionar su film en las salas del Bafici donde “falsos fóbicos”, como los define Tamae, se horrorizan e incomodan al reconocerse como colegas de estos descarados que adoptan los métodos de los teatristas independientes.
“Les pareció un asco, una mersada”, declara Camila “porque la figura del director de cine es una persona afligida, nihilista que con el seño fruncido habla del existencialismo”
UPA recupera la idea de cine como diálogo, donde un director no impone sus obsesiones al espectador, sino que se ocupa de su permanencia placentera en la butaca y le ofrece una historia veloz, divertida, repleta de situaciones, donde cada escena está compuesta de distintos niveles narrativos y donde se expone el carácter de indispensables que tienen todos los participantes del film.
“Lo que le da bronca a alguna gente de cine es que el director no sea el protagonista”, sostiene Santiago Giralt, compañero de ruta en los films de Albertina Carri, “nosotros quisimos romper con ese monoprotagonismo del cien argentino y aquí la película se abre a todo el equipo técnico”.
La experimentación, en este film, pasa por indagar en una manera de ser argentino que pueda darle una forma estética y dramática al comportamiento cotidiano. El humor podría ser el género que describa esa particularidad. “En general, el humor tiene que ver con un reírse del otro. Falta implicarse”, reflexiona Tamae y Camila discute: “Si bien no existe como género, sí existe en el comentario de café, es muy argentino esto de recurrir a la risa para contar las propias desgracias”.
Entonces se diagnostica, una vez más, el divorcio entre los cineastas y la realidad, donde llama la atención la parquedad que abunda en los films argentinos.”Yo no veo a ningún mudo a mi alrededor. Conozco más gente con ataques de pánico que con ataques de silencio”, estalla Santiago en un tono desopilante. “¿Qué pasa? ¿No saben escribir diálogos? ¿O hay problemas con la dirección de actores?”
La acción como conflicto dramático y como materialidad de producción organiza el film en todas sus etapas. Fundamentalmente porque esa acción está contenida en el cuerpo de los cuatro realizadores. Sus protagonistas/directores la exponen en el trabajo actoral que es la guía dramática de un texto no escrito como guión previo, sino armado a partir de las improvisaciones. Continúa en el montaje que es la mirada narrativa externa, encargada de señalar aquello que se debe construir en el set y será un sinfín en la intensidad con la que los directores asumen esos roles vedados para los cineastas profesionales.
En “La noche americana” de Francois Truffaut hay una línea de diálogo que dice: “Nosotros, la gente de cine, no tenemos vida” y no cuesta nada imaginarse a Camila, Santiago y Tamae levantándose en la platea para gritar que si se tiene treinta años en la Argentina de hoy es imposible no zambullirse en todo aquello que ocurre más allá de la pantalla. Así es como la figura del cineasta se cae a pedazos para dar lugar a la del joven que hace cine porque “cuando sos un laburante tenés más de una oportunidad, cuando te auto llamás artista antes de empezar, más de una no tenés”. Lo dice Camila Toker y no estaría mal envolverlo para el próximo chupetín

domingo, 10 de octubre de 2010

Gabriela Mistral, inédita y audaz


Esta nota fue publicada en el año 2007 en el diario Clarín

Por Alejandra Varela

Tal vez la primera escritura fue el propio nombre, ese que la joven Lucila Godoy decide dejar atrás cuando obtiene el premio literario que la convierte en mito y esfinge. Un libro de poemas llamado “Los sonetos de la muerte” inspirado, según algunos cuentan, en un enamorado de Lucila que se voló la tapa de los sesos. Puede que la historia no haya existido nunca pero la joven maestra que hizo del pudor una bandera política deberá ocultarse para hacerse visible.
Gabriela Mistral será el nuevo atuendo que llevará para convertir una biografía tormentosa, enmarañada, en la simpleza de la poeta escolar y madre virgen, la santa hecha monumento en las calles de Chile.
La muerte de Doris Dana, albacea de la obra de la poeta, ocurrida en noviembre pasado, trajo el descubrimiento de una cantidad sorprendente de textos inéditos de Mistral: poemas, cartas, fotos, borradores espontáneos que duplican el total de los textos publicados en vida. “Los pasaportes de Mistral y de su sobrino, que detallan viajes desconocidos hasta ahora. Correspondencia con Thomas Man, Jacques Maritain, Miguel de Unamuno. Y hay un conjunto de cartas no enviadas con encabezamientos de “Urgente” o “Confidencial”.Su envío habría, acaso, provocado daño a la propia Mistral, tan sincera y tan atrevida en su sinceridad. ¿Ella se autocensura o fueron Palma Guillen y Dana quienes le aconsejaron retenerlas?”
Quien hace estos comentarios es Luis Vargas Saavedra, académico encargado de la selección y armado del material para la nueva edición de las Obras Completas de Gabriela Mistral que publicará la Universidad Católica de Chile el próximo año.
Los misterios y silencios en torno a este tesoro, escondido durante cincuenta años, sugieren historias, versiones que complejizan la biografía de la autora de “Tala”. Mistral construyó una imagen de maestra abnegada, asexuada que tal vez estos textos lleguen a derrumbar generosamente: “A esta apasionada y profunda poeta (nuestra Eurípides sin dramaturgia pero con drama y dramas, eso si) Chile y algunos otros países la conocen jibarizada por ineptos programas de educación que la infantilizan”, declara Vargas Saavedra quien se muestra cauto al pensar los motivos que llevaron a Mistral a no publicar ese otro material desconocido hasta ahora: “No lo tenía revisado, se le arrumbaron, los olvidó. Hay que tener en cuenta que para Mistral un texto suyo nunca estaba listo, incluso para la edición última efectuaba correcciones, de allí la necesidad de una edición crítica. Además los continuos cambios de país, viajando en barco o en tren, generaban atrasos y olvidos de lo empacado”
No deja de despertar suspicacias el contundente secreto que mantuvo Doris Dana sobre el caudal de manuscritos destinados a quedarse en la Biblioteca del Congreso de Washington para siempre ya que la albacea literaria se negaba a que los textos tocaran suelo chileno: “La historia de la esquivez de Dana por darnos el legado de Mistral es tortuosa”, confiesa Vargas Saavedra. “Comienza con su inicial celo de guardadora de cuanto era Mistral: sus libros, manuscritos y los objetos. En esta etapa Dana efectúa algo óptimo, el microfilmaje de lo más “perecible” celulosamente. Cuando Chile, por decreto, desconocía el copyright de Dana, se negó a toda publicación de esos materiales en Chile. Con legítimo disgusto opta por Library of Congreso, en Washington. Con el cambio de régimen en Chile, tras la derrota plebiscitaria de Pinochet, se reconocieron los derechos internacionales de copyright de Dana”
Los cambios no alcanzaron para convencer a Dana al momento de responder los mails y las cartas que llegaban desde la mismísima presidencia de Chile. Para Vargas Saavedra ese recelo ha garantizado su preservación .Rescata su excesiva custodia del mismo modo que le parece acertada la decisión de la sobrina y heredera de Dana, Doris Alkinson de facilitar la vuelta a casa de los textos de Mistral, dándole a esta repatriación un carácter político, ligado al daño provocado por la intervención norteamericana en Chile al caer el gobierno de Salvador Allende.
La trama se complica al conocerse el epistolario publicado por Vargas Saavedra entre Mistral y el poeta Manuel Magallanes Moure donde se relata un amor que duró siete años, construido entre cartas y unos escasos cuatro encuentros que alcanzan para iluminar una biografía que todavía está por conocerse.
“Elizabeth Horan va a publicar este año en Buenos Aires la traducción de su libro “This America of Ours” Escrito junto con Doris Meyer. Allí se podrá leer el magnífico epistolario de Mistral con Victoria Ocampo y constatar el americanismo, el bolivarismo modernizado de Mistral y como instaba a Ocampo a colaborar en la forja de un criollismo fino”.
Se vislumbra otra Gabriela Mistral escondida en las capas de algunos amores difusos y posturas políticas contradictorias. Una mujer que no puede atraparse en la imagen del billete de cinco mil pesos chilenos que le dio la categoría de prócer.

domingo, 3 de octubre de 2010

Volteando muñecos


Parte de la riqueza y la excepcionalidad de la época que nos toca vivir tiene que ver con la posibilidad de empezar a cuestionar aquellos temas que hace unos años parecían intocables.

Dentro de esta categoría el periodismo y la justicia ocupan los lugares protagónicos. En los dos casos habían abusado de un escudo que se había tomado como una verdad irrefutable. Ciertos periodistas (me refiero especialmente a las estrellas periodísticas cuya palabra vale por el culto a la personalidad que han sabido fomentar) se protegían en la sentencia que rezaba que cuestionar al periodismo implicaba atacar la libertad de prensa. Los Supremos, por su parte, argumentaban algo parecido: la independencia de poderes se sostenía en la ausencia de opinión sobre la justicia, especialmente de parte de los funcionarios del poder ejecutivo y legislativo. Quienes eran capaces de juzgar y sancionar a los demás (sea de forma virtual o real) no podían ser cuestionados por nadie. Este era el modo en que se sostenía la democracia.

Hoy estamos generando un tipo de democracia mucho más interesante que se basa en una crítica que yo definirá como colectiva para diferenciarla de otro cuestionamiento al que llamaría individualista. El cuestionamiento individualista es el que surge como respuesta a esta crítica colectiva y que se ha expresado elocuentemente en figuras como Jorge Lanata y Martín Caparrós. Cuando Lanata exclama:” ¡Me tienen harto con la dictadura!” convierte a esa discusión, a ese cuestionamiento en un estado de ánimo meramente individual. No quiero decir con esto que esa crítica no tenga una articulación colectiva, me refiero a que es expresada como una sensación elemental, un hartazgo personal que pretende imponerse a un colectivo histórico.

Algo similar ocurrió esta semana con las enfurecidas y apresuradas críticas hacia el discurso de Hebe de Bonafini. Partieron, en muchos casos de un apuro que evitó el pensamiento. Hebe no cultiva la corrección política y siempre será más fácil criticar al que es presa de un exabrupto que al que dice las peores canalladas cuidando las formas. Es parte de la hipocresía que ejercemos todos y estaría bueno empezar a revisar. Pero Hebe, en sus palabras, no deja de tomar en cuenta el riesgo de lo que su discurso enuncia, sabe que no es un mero capricho. Hebe es la manifestación extrema de una época que a veces requiere de temperamentos embravecidos para poder sostener la complejidad de un momento histórico. Las Madres necesitaron muchas veces de esas expresiones que permitieran saltar las vallas de lo prudente.

En esas acusaciones se deshistoriza a la Presidenta de Madres de Plaza de Mayo ( y con esto no quiero decir que se convierta en una figura intocable, paso previo para construir el autoritarismo) se la aísla como si sólo se tratara de una mujer enfurecida. Dejar de hablar de la dictadura implica también banalizar el dolor, no tener un mínimo gesto de piedad hacia el que fue torturado, asesinado, apropiado. Señala el modo en que algunos sectores de la sociedad carecen de la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de entender un drama aunque no lo hayan vivido y padecido en su propio cuerpo. Esa manera de reducir la historia y lo político a mi esfera meramente individual y encima aspirar a que ese capricho se convierta en norma, no sólo se parece demasiado a la ideología del menemismo sino que también delata un modo en que la inteligencia de ciertos personajes se degrada sin que ellos parezcan notarlo.



Nuestra crítica a los medios y a la justicia se inscribe en un momento histórico, quienes la asumimos reconocemos la densidad y espesura de los conflictos a los que nos enfrentamos, el desgarramiento, los riesgos, complejidades y contradicciones que debemos asumir. Del otro lado muchos responden corriendo el cuerpo, sacándose de encima el debate sobre el terrorismo de estado como si fuera una bolsa pesada que se deja a un costado del camino. Corren a diferenciarse del discurso de Hebe (que merece ser cuestionado como cualquier arenga) para evitar el conflicto que adherir a esas palabras podría implicar, para refugiarse en su universo individualista donde siempre encontrarán una excusa para no involucrarse.Para ellos todos esos temas que provocan cansancio, aburrimiento o fastidio deberían ser eliminados de la faz de la tierra sólo porque ellos se cansaron. Añoran una época donde el conflicto estaba ausente y los deseos individuales eran la única ley, el único reflejo de lo social y lo histórico con el que valía la pena identificarse.