domingo, 3 de enero de 2010

Mujeres suicidas




Mientras mi obsesión por Sylvia Plath continúa de un modo preocupante, me interné en la vida de Anne Sexton. Un poco porque cuando realicé la Clínica de poesía en la Biblioteca Nacional Liliana Lukin me sugirió su lectura y otro poco porque, además de haber sido amiga de Sylvia Plath fue otra poeta suicida, al igual que Assia Wevill, la mujer por la que Ted Hughes abandonó a Sylvia Plath.
Pensaba que otra lectura posible sobre estos suicidios podía encontrarse en el machismo reinante en los años cincuenta y sesenta y en lo difícil que debió ser para estas tres mujeres defender su autonomía y su lugar de poetas.
La sociedad machista se vuelve asesina en la medida en que la mujer se siente castigada por ser talentosa. Estas tres mujeres fueron absolutamente femeninas y no renunciaron a ningún aspecto de su femineidad por ser poetas. Eran desigualmente bellas y atrevidas pero no tanto como para evitar el tormento que las llevó a elegir la muerte.
Escuchaba a Tomás Abrahán hablar del mito de Adán y Eva expulsados del paraíso y no sé si fueron sus palabras exactas o algo de su discurso despertó este pensamiento en mí, lo cierto es que se desprendía de su relato la idea de que la mujer no es culpable de ser bella y de tentar al hombre pero, de todas formas, fue castigada y sometida (creo que estas son palabras de la Biblia) porque su poder era inmenso. La belleza femenina unida al talento, a la inteligencia, a la audacia, a la sensualidad, a la capacidad de traer hijos al mundo, es tan grande que si a la mujer no se la somete, no se la sojuzga, no se la encierra en su casa para que se dedique a las tareas domesticas, no se la convence de que en realidad no puede, su atracción puede ser tan demoledora que el hombre quedaría empequeñecido o maravillado.
La humanidad aprendió muy rápidamente esta lección.
Sylvia Plath era una mujer con una auto-exigencia demoledora. Su padre la no fue la figura malvada que destrozó la infancia de Anne Sexton pero su muerte marcó el final de la felicidad para la niña Sylvia. En su poema Daddy escribe: “Toda mujer adora a un fascista, /la bota en la cara, el brutal/brutal corazón de una bestia como tú. “
Siempre he pensado la exigencia a la que se sometía Sylvia Plath como el principal motivo de su inclinación suicida pero ¿qué mujer no siente la obligación de ser perfecta? Las mujeres sentimos desde el principio de los tiempos que somos culpables de todo.
En el poema de Anne Sexton que tiene el escandaloso título de “Balada de la masturbadora solitaria”, la poeta norteamericana confiesa:
Entonces llegó mi rival de ojos oscuros.
La dama acuática, irguiéndose en la playa,
en la yema de los dedos un piano, vergüenza
en los labios y una voz de flauta.
Entretanto, yo pasé a ser la escoba usada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí como se rompen las piedras.
Te devuelvo tus libros y tu caña de pescar.
El periódico de hoy dice que os habéis casado.
De noche, sola, me caso con la cama

Hay algo de castigo en esta sincera descarga de Sexton. No serás feliz porque tu destino era someterte a un marido tiránico no convertirte en poeta y tener amantes. Hay una celda de la que la mujer jamás saldrá por más que sea una escritora famosa como soñaba Silvia Plath, porque esa cárcel estará en su propia cabeza. El hombre la engañará, como Ted Hughes, para demostrarle que no es única, que es reemplazable, que aunque ella se muera vendrá otra y cuando esa otra se suicide, como hizo Assia Wevill, ya habrá otra para reemplazarla.
No estoy haciendo una especulación sobre las supuestas intenciones de Ted Hughes, sólo imagino que algo similar debían sentir esas mujeres y de allí su contundente sensación de derrotadas.
Sylvia no podía soportar el fracaso. En la película sobre su vida se la muestra como una mujer obsesionada por su marido (tal vez de un modo excesivamente reduccionista) que está dispuesta a todo para no perderlo. En los planes de Sylvia no existía la posibilidad de que sus sueños no se cumplieran, no estaba preparada para eso, una mujer que sufre cuando no puede alcanzar la perfección a veces se queda sin armas cuando se enfrenta a la revelación de que su vida no va a ser perfecta.
El suicidio de estas tres mujeres denuncia que no es posible sobrevivir desde la excepción. Que tarde o temprano esas mujeres brillantes deberán ser comunes o morir. Si pensamos en Alfonsina Storni su destino es muy similar. Una vida absolutamente atípica para comienzos del siglo XX. No aceptó la fatalidad de ser madre soltera sino que se animó a ser una figura literaria y una mujer llena de amantes. La enfermedad de Eva Perón podría leerse en la misma línea. Destrozar la singularidad, la revelación, la luminosidad de estas mujeres parece ser el plan. Domesticarlas o terminar con ellas.

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