Comienzo esta historia por entregas sobre Faustina, la escritora.
Faustina quiere ser escritora, quiera vivir de lo que escribe. Lo intenta y
tiene algunos buenos resultados.
Faustina quiere todo su tiempo para sí. No piensa en tener hijos ni en vivir
con nadie. Puede enamorarse pero necesita pasar mucho tiempo sola, para leer,
para escribir, para pensar.
Mira The Big Bang Theory y piensa que le gustaría ser como esos jóvenes
científicos entrampados en su propio mundo y siempre risueños y extraños al
afuera. Sospecha que puede parecerse un poco a ellos pero que en otras cosas es
perfectamente normal. De hecho cuando conoce a alguien no se imaginan que es
escritora. Aunque no sabe exactamente porque ha tenido amigos frívolos que la
veían como una intelectual y ella se adaptó a medias. Ahora quisiera ser un
aparato total y vivir para los libros y no entender nada del mundo. Es extraño
porque toda su vida se negó a ser así. De hecho buscó muchas experiencias y las
encontró pero ahora sólo piensa en escribir y en conocer a gente que
escriba.
Ella es feliz cuando su editor le dice que lo que escribe está perfecto.
Todos los días brotan escritores de las piedras y ella es una minúscula parte de
algo enorme.
Ella tiene alumnos. Varias personas pagan por sus clases porque sabe bastante
y es muy buena enseñando. Se ha pasado años dando clases, es un oficio muy
propio, se brinda buena parte del recorrido personal que uno ha trazado con sus
libros.
A Faustina no le gusta que la interrumpan un feriado cuando está escribiendo.
Los feriados se han hecho para quedarse en casa, dormir hasta el mediodía y
escribir. Pero siempre hay algún amigo que no sabe que hacer con su tiempo.
Faustina prefiere no abrir. No siempre fue así. La soledad de la escritura no
fue algo fácil para ella. Cuando era más chica la detestaba y combatía pero
después entendió que el mundo puede ser poderosamente aburrido para alguien que
escribe. Especialmente si uno quiere tragárselo todo de golpe, si es angurrienta
como buena veinteañera. Llega un momento que agobia, que se ven las hilachas con
demasiada rapidez. Faustina corría el riesgo de ser demasiado inteligente o
demasiado tonta. Según la conveniencia y el gusto de quien la miraba. Según el
grado de bronca que sus opiniones o su aburrimiento generaran en los muchachotes
y muchachitas que conocía, en los grandulones y señoronas.
Faustina se hizo escritora a fuerza de enojarse bastante con las costumbres.
¿Tenía que ser una madre de veinte años? ¿Tenía que casarse? ¿Cuántas veces por
semana debía salir de noche? Faustina salía mucho y se empeñaba por ser normal
pero siempre era la chica rara.
Faustina se pasa la noche del feriado llorando. Hace mucha filosofía pero la
verdad es que está por indisponerse.
Faustina piensa que tendría que tener más dinero. No vive mal ni mucho menos
pero siente que es una chica que necesita más plata. Cuanta más plata mayor
independencia.
No le gustan las típicas conversaciones de mujeres. No es una chica a la que
le guste hablar de los demás. Ella siempre tiene ideas en la cabeza. Siempre
está en otro mundo porque le importa bastante poco si el novio de su amiga, o el
flaco de la esquina o si la invitaron o la llamaron. No le importa. Está de
paso. Salvo excepciones. Faustina identifica muy bien las excepciones, tiene un
filtro casi perfecto. Si no son excepciones son literatura.
Faustina vive en el centro y a veces no puede caminar de tanto grupo de
pendejos que no les importa nada y se mueven como si estuvieran solos. Faustina
ama el centro y todo lo que tiene que ver con ese mundo. Mucho bar, mucho
negocio, mucho ruido. Vuelve de hacer las compras a las ocho de la noche.
Siempre hay gente. Detesta al cieguito que se la pasa contando temas de Arjona
pero no viviría en un barrio por nada del mundo. No es una chica de barrio.
Pensándolo bien el centro es el mejor lugar de la ciudad para Faustina. Pasa
mucho tiempo sola. En un barrio estaría al borde de la locura.