domingo, 30 de mayo de 2010

La reconciliación


Tantos años rechazando esa palabra. Tantas discusiones donde la reconciliación era la palabra maldita, la peor de las claudicaciones. Se había convertido en un deseo casi exclusivo de la Iglesia y de la peor derecha argentina. Un modo de borrar el pasado, de negar la responsabilidad de los hechos, de eludir la consecuencias.

Puede sonar exagerado pero durante los festejos del Bicentenario tuve la sensación de que estábamos viviendo algo parecido a la reconciliación.

El sábado me sorprendió el desfile militar, fundamentalmente los aplausos del público. Era una escena que desmoronaba las expresiones de Eduardo Duhalde donde afirmaba que el gobierno humillaba a las fuerzas armadas. Ese momento hubiera sido imposible sin la depuración que se hizo hacia el interior de las tres fuerzas donde se separó la paja del trigo y donde se comenzó a formar a las nuevas generaciones de otra manera. Sin esos cambios, sin la decisión de bajar el cuadro de Videla, ese desfile hubiera sido muy diferente y esos aplausos no hubieran sido posibles. Es algo que las fuerzas armadas le deben a Néstor Kirchner, mal que les pese.

Pero el momento donde esta sensación puede encontrar mayores fundamentos fácticos es aquel que tuvo lugar el mismo 25 de mayo en el desfile de Fuerza Bruta. En la escena del cruce de los andes una multitud a la que se sumó la Presidenta entonó la “Marcha de San Lorenzo” como si se tratará de la hinchada de un partido de futbol. Cuando le tocó el turno al carromato donde se homenajeaba a las Madres de Plaza de Mayo, se mostró un respeto supremo. Hubo un silencio acompañando el dramatismo, hubo aplausos, se escuchó el ya mítico “Madres de la Plaza…” El pueblo argentino pudo integrar dos momentos de la historia que parecían imposibles. Logró repensar a sus fuerzas armadas recuperando ciertos mitos, como el cruce de los andes pero para darle una gran fuerza de presente. Se dirá que allí se evocó a un ejército que poco tiene que ver con el actual y es claramente cierto, pero también es verdad que las fuerzas armadas fueron integradas a una dimensión compartida de la historia donde se las reconoce como gestoras de acciones que tienen que ver con nuestra realidad y se las interpeló desde los conflictos actuales. El protagonismo que tuvieron las Madres, algo que se observaba en la cantidad de personas que desbordaban su stand y en la cantidad de homenajes que merecía cada aparición de un pañuelo blanco, demuestran que la recuperación de ciertas figuras militares no se realizó desde el olvido ni desde la negación de una parte dolorosa de nuestra historia. Por el contrario, porque pudimos procesar ese pasado, porque existen los juicios y las Madres, y los Hijos recuperados, tenemos menos desconfianza hacia esos uniformados y su fanfarria, porque hay una Comandante en Jefe de las tres fuerzas que los exhorta a recuperar esa gloria , que les señala que el ejército perdió el rumbo justamente cuando se separó de su pueblo, es que hoy miramos a los militares con otros ojos, porque es otra mujer la Ministro de Defensa y no cualquier mujer sino alguien que militó activamente en el bando contrario, que formó parte de la generación de desaparecidos y compartió sus ideas ,es que sabemos que podemos cantar la “Marcha de san Lorenzo “ sin culpas.

Parafraseando a los Redonditos de Ricota, la reconciliación llegó como no la esperábamos, a tal punto que creo que nadie lo notó. Tuvo una forma que jamás pudo predecirse. Estábamos tan convencidos de que la reconciliación era la pálida consecuencia de la derrota, del abandono de la batalla, del silencio cobarde que jamás se nos ocurrió imaginar que la reconciliación sólo era posible se se discutía, se peleaba, se ponía todo afuera (disculpen mi excesiva cita al cancionero popular) si profundizábamos el conflicto. Enfrentar las dificultades, las tensiones que la vida política nos plantea es una gran fuente de pacificación. Nos han querido engañar al propagandizar la crispación como la forma distorsionada de la expresión de las propias convicciones. Ser apasionado no significa ser crispado, significa ponerle el cuerpo a las batallas que es necesario atravesar para que nuestro país sea un poquito más justo.

Lo que a mi me crispa es esa desesperación por frenar toda discusión, ese modo de presentar el conflicto como caos, como violencia. Para existir como sujetos y como singularidades tenemos que hacer oír nuestra voz. Nuestro país sería menos democrático si las Madres no hubieran insistido en reclamar justicia, ellas no sólo fueron crispadas, fueron locas. Sin la furia de Hebe seríamos un poquito menos de lo que somos. Nuestra realidad cínica, machista, calumniadora, violenta nos obliga a crear estrategias para combatir.

Nuestros conflictos de los dos últimos años nos permitieron ver con claridad muchas cosas que antes eran borrosas. Esos matices se expresaron en esa capacidad de un pueblo de integrar momentos antagónicos de su historia, no para homogeneizarlos, sino para encontrar en ellos nuevos sentidos, para particularizarlos y darles una dimensión de futuro. Gracias a las discusiones donde negociar no significó ceder ni ni bajar los brazos , pudimos lograr esa convivencia eufórica y distendida de cuatro días de festejos que no hubiera sido posible si el conflicto hubiera quedado atragantado o si los de siempre ganaban con facilidad.

Para mi la paz y la reconciliación (palabras que siempre me parecieron grandilocuentes, cursis, ajenas a mi vocabulario) se parecen mucho a esos festejos patrios del Bicentenario .

martes, 25 de mayo de 2010

Feliz Bicentenario


Argentina no nace el 25 de mayo de 1810. Naciones preexistentes, luchas memorables hablan de una historia que ya mostraba su pasión y sus convicciones. Pero la voluntad emancipadora de los hombres de Mayo, su capacidad para armar una revolución que se vería derrotada y su fervor por romper el yugo colonial marcan un comienzo.

De los héroes de Mayo tengo una principal predilección por Juan José Castelli. El orador de la revolución, el Jefe del Ejército del Norte, el hombre que entendió la igualdad entre los pueblos originarios y los criollos, murió por un tumor en la lengua.

Mariano Moreno es otro de mis preferidos. El autor del Plan de Operaciones es una de nuestras vidas breves. Murió en altamar después de tomar un supuesto remedio que, en realidad, era una fuerte dosis de arsénico. Es también otro cuerpo joven tirado al mar. Esa agua que debía apagar tanto fuego, como dijo Cornelio Saavedra.

Nunca soñé vivir esta fiesta en la que se ha convertido el Bicentenario, ni tampoco me imaginé que nos iba a encontrar en un momento tan fabuloso de la historia latinoamericana, cumpliendo el sueño de la Patria Grande. Porque estos hombres de Mayo no veían diferencias entre un boliviano, un argentino y un peruano.

La gesta emancipadora se concretó con la lucha de los esclavos, los mulatos, los pueblos originarios como grandes protagonistas. Los hombres de Mayo necesitaban de una burguesía revolucionaria para copiar la revolución francesa pero no la encontraron. Los porteños eran desde esa época una elite que no estaba dispuesta a pelear codo a codo con la chusma.

También hubo mujeres, entre ellas Remedios Del Valle que recibió como condecoración el sable de Manuel Belgrano.

Cuando anoche espié por unos minutos la reapertura del Colón antes de sumergirme en el festejo de la 9 de Julio, pensaba que en este Bicentenario la oligarquía parece estar refugiada en sus palacios o relegada a un costado de la ruta, como es el caso de la patronal campestre pero el pueblo con todos sus matices y diferencias está en la calle. Buenos Aires es una ciudad de fiesta. Esa misma ciudad en la que Castelli con la boca lastimada se preguntaba (según la maravillosa pluma de Andrés Rivera): “¿ Qué nos faltó para que la utopía venciera a la realidad? ¿Qué derrotó a la utopía ? ¿Por qué, con la suficiencia pedante de los conversos, muchos de los que estuvieron de nuestro lado en los días de mayo, traicionan la utopía? ¿Escribo de causas o escribo de efectos? ¿Escribo de efectos y no describo las causas ? ¿Escribo de causas y no describo los efectos?

Escribo la historia de una carencia, no la carencia de una historia.”

domingo, 23 de mayo de 2010

Izquierda y derecha


El martes 18 de mayo descubrí a Jorge Altamira como visitante del programa “Palabras más, palabras menos” de TN.Lo habían invitado para hablar de la crisis del capitalismo, consigna que el PO viene agitando desde hace tantísimos años y que, a la vista de los conductores del programa, ahora tenía una validez más objetiva.

Altamira hizo una aceptable descripción de la crisis financiera de Estados Unidos y de su mirada sobre el capitalismo global. Altamira es, como muchos dirigentes de la izquierda argentina, un hombre inteligente y culto al que vale la pena escuchar. Pero (siempre hay un pero sino no estaría escribiendo este post) llegada la instancia del análisis, Altamira demostró el poco realismo que inunda la interpretaciones políticas de los líderes enrolados en partidos de izquierda y acostumbrados a una lógica de pensamiento que suele aislarlos en su micro mundo.

La izquierda partidaria suele ver con ánimo positivo las crisis. Podríamos decir, para provocar el debate, que se desesperan por las crisis y viven deseando que ocurran. Algo muy parecido le ocurre a los sectores del capital financiero concentrado: necesitan de las crisis para ganar dinero. La derecha argentina agita el fantasma de la crisis para forzar a un ajuste. La izquierda partidaria tiene otras intenciones, sus integrantes suponen que la crisis abre siempre la posibilidad de una revolución popular. Se trata de una lectura distorsionada de los textos marxistas porque cualquier conocedor de la variada bibliografía de los teóricos de izquierda sabe que las situaciones sociales son más complejas. Ellos simplifican sus formas de análisis y consideran que si hay batahola algo bueno está por venir.

Una crisis provoca dolor, sufrimiento, muerte. Era necesaria la crisis del 2001 para terminar con una etapa aplastante de gobiernos sumisos al FMI, recesivos y carentes de política como esa fuerza motivadora de pensamiento.Pero hubieron muchas personas que no pudieron recuperarse de sus pérdidas materiales y humanas. Ningún pueblo se merece sufrir y una crisis es un momento de transformación y de crecimiento pero es también una instancia a partir de la cual podemos avanzar o retroceder ferozmente y este dato nunca es considerado por la izquierda partidaria. A sus líderes no le gusta la calma que suelen proporcionar los gobiernos populistas porque hunden a la gente en el peor de los engaños, el de creer que se puede ser feliz en el mundo de la explotación. La izquierda partidaria no añora el bienestar de los obreros en la época del primer peronismo, ellos quieren un obrero amargado, muerto de hambre pero consciente de que el sistema lo aplasta. Según ellos desde esa desazón se puede encarar una revolución.

Altamira declaró sin titubeos que “en el 2001 hubo una situación pre revolucionaria en la Argentina”. Aquí Altamira comete un error garrafal desde el punto de vista de la teoría marxista. Para que exista una revolución deben darse condiciones objetivas y subjetivas. Vamos a aceptar, para ser benévola, que las condiciones objetivas estaban dadas. Perfecto, pero faltaban las condiciones subjetivas: un pueblo con el suficiente grado de conciencia y de organización política ( y militar) para llevar adelante esa revolución.

Es verdad que la teoría marxista se presta a interpretaciones muy variadas. Todos los que hemos hecho algún curso sobre “El Capital” (yo hice más de uno) sabemos que se pueden generar discusiones de horas por una línea de texto. Algunos consideran que las condiciones objetivas son estructurales, otros que condiciones excepcionales hacen a una revolución. Yo modestamente me animo a decir que las condiciones objetivas existen en la medida en que pueden ser capitalizadas por las condiciones subjetivas. Es decir, si no existe un sector del pueblo organizado y consciente para llevar a cabo esa transformación las condiciones objetivas no sirven de nada. Tal vez alcancen para elevar un poco el nivel de conciencia de los ciudadanos pero no para mucho más que eso.

Seguramente Altamira no piensa la mismo ( y tal vez por esta razón ,pese a mi formación marxista nunca pude militar en un partido de izquierda) pero para seguir argumentando contra la lectura de Altamira me remito a los hechos. Yo creo que el político debe ser una persona realista. Al no existir en los episodios de diciembre del 2001 un ejercicio político de parte de la ciudadanía, al estar educada en diez años de menemismo, cuando se decidió a salir a la calle, a hacer oír su voz, a participar, se encontró sin recursos, sin herramientas, sin armas, sin una cabeza lo suficientemente lúcida. Se trataba de un pueblo despolitizado y un pueblo despolitizado no puede hacer la revolución. Quien estaba en mejores condiciones para capitalizar ese revuelo fue Eduardo Duhalde. En ese clima pre revolucionario, según la mirada de Altamira, se concretó una pesificación asimétrica que llevó a la mitad de la población a la miseria.

Pero el momento cumbre en el discurso de Altamira fue cuando declaró que “A Zapatero lo van a voltear, están los franquistas…” fue Zloto el que lo interrumpió para decirle “Bueno, pero los franquistas” y Altamira con una calma admirable le dijo que no importaba porque no iba a ser la primera vez que un descabezamiento propiciado por la derecha se convertía en una revuelta popular y bolchevique.

Estas son las cosas que hacen que cada día me sienta más cercana al peronismo. Yo no voy a defender a Zapatero porque las medidas que está tomando son detestables, pero no me sirve que lo descabece la falange porque España retrocedería un siglo. A Altamira le encantaría que ´los sectores más conservadores derrocaran a Cristina Fernández porque, según él, el pueblo argentino les arrebataría el comando de esa revuelta para armar una revolución nacional y popular. Me corrijo, no sólo le encantaría, están dispuesto a poner su granito de arena para que esa destitución ocurra porque ellos encuentran su razón de ser en las crisis, en los momentos de desencanto.

Le recomiendo a Altamira que lea a Antonio Gramsci

Yo me siento más cercana hoy en día a los proyectos políticos que brindan soluciones a su pueblo. Las dos primeras presidencias de Juan Domingo Perón, la gestión de Néstor Kirchner y la de Cristina Fernández se han constituido en base a acciones, a sentidos , a concreción de soluciones. No fueron proyectos que se sustentaron en una idea de crisis donde las perores medidas de ajuste se justificaban en el miedo.

domingo, 16 de mayo de 2010

La batalla de Beatriz Sarlo


Existe en aquellos intelectuales que llaman al diálogo una práctica permanente de instalar y crear conflictos. No desapruebo este ejercicio porque considero que la política se funda específicamente en la tarea de instalar y desarrollar conflictos pero en muchos casos, como ocurre con algunas de las notas que publica Beatriz Sarlo, hay una exagerada necesidad de considerar que ciertas acciones, bastante ridículas y torpes, por cierto, son las muestras de una actitud no conciliadora por parte del gobierno nacional.

Me molestan sus pruebas, sus elecciones de episodios como los ocurridos en la presentación del libro de Gustavo Noriega en la Feria del Libro, para fundamentar la intolerancia.

lo más llamativo para mi es que en su artículo publicado en La Nación llamado “La batalla cultural”, ella termina reconociendo que el kirchnerismo ha conseguido armar un dispositivo ideológico para enfrentar esa contienda insoslayable en cada proyecto político que se dispone a realizar algunos cambios y a enfrentarse con poderes corporativos intocable. Si el kirchnerismo está logrando afianzarse positivamente dentro de la contienda cultural, es decir desde un lugar generador de ideas, ¿para qué quería recurrir a métodos negativos: un sillazo o escrache? Por lo general se recurre a estos métodos cuando un grupo político se encuentra impotente o desconcertado.

Antes que nada me parece fundamental encarar estas discusiones desde un lugar de sinceramiento. Si, como ella afirma en la nota mencionada, los intelectuales de Carta Abierta le dan letra al kirchnerismo estaría bárbaro que Sarlo explicara a quién le da letra ella. Pongo un ejemplo: Marcos Novaro asesora a Margarita Stolbizer, cuando lo invitan a algún programa (generalmente en TN) el joven intelectual no aclara que está trabajando para la dirigente del GEN. Su palabra tiene el halo de autoridad de un intelectual que por fuera del enrolamiento partidario está dando una opinión que pareciera tener más objetividad, más valor que la de un funcionario o un político opositor. Esta omisión no es un detalle. Si algo bueno tiene esta etapa política es que nos obliga a explicitar desde qué lugar hablamos. Tomás Abraham trabaja con Hermes Binner, Alejandro Rozitchner para el Pro, no son los intelectuales de Carta Abierta los únicos que decidieron tomar partido. Esto lo digo porque cuando los invitan a Horacio González y a Ricardo Foster no dejan de señalar su apoyo al gobierno nacional y no ocurre lo mismo con los intelectuales que respaldan proyectos opositores.

Hay un modo de exponer el mapa de acciones culturales que pueden tener una impronta kirchnerista, fuertemente despreciativo. Cristina Fernández tiene pretensiones de intelectual pero, según Sarlo, no le da el cuero, los argumentos de Carta Abierta se convierten en consignas absolutas que se utilizan como comodín para cualquier ocasión cuando, por el contrario, los discursos del grupo de intelectuales que se reúnen en en la Biblioteca Nacional son altamente refinados, a tal punto que corren el riesgo de perder llegada en el amplio mundo social al que intentan interpelar. Hay en Sarlo un tono risueño, despectivo, irónico que busca minimizar a quienes desde distintos lugares hicimos nuestra esta batalla cultural, cuyos fines van mucho más allá del kirchnerismo. Su desprecio es profundamente violento. En su estilo no existe posibilidad de diálogo porque si vivimos en una nube K ¿qué se puede hablar con nosotros? ¿desde que lugar se puede discutir con gente alienada que ha construido su propio limbo?

La caracterización que Sarlo hace de los lectores de Página/12 no sólo es discutible y acotada sino que es agresiva. Yo no estoy dispuesta a tragarme ningún sapo por la política de derechos humanos, como lo expresa Sarlo. Las palabras que usamos nos definen. Sarlo construye un ciudadano kirchnerista a priori como Elisa Carrió y más recientemente Ernesto Sanz, construyen una imagen del pobre a priori, presa del clientelismo que usa la asignación universal en Paco, putas y bingo. Lo que salta a la vista es, por un lado el desconocimiento y por el otro una operación ideológica más peligrosa que busca reducir una experiencia a una forma homogénea y plana cuando el kirchnerismo es un universo plagado de singularidades, de contradicciones, de matices y de diversidades. No existe un sólo modo de ser kirchnerista como no existe un sólo modo de ser clase media, ni clase baja, ni desocupado, ni intelectual. La construcción del pueblo como una instancia anterior a la política (no importa su clase social ni el músculo del cuerpo que use para ganarse el pan) es una artimaña ideológica que busca eliminar la crítica y cerrar la discusión. Su propósito es sostener un discurso que se instale gracias a la repetición, que esté en boca de todos y se asiente como verdad a tal punto que casi nadie se tome el trabajo de internarse en el barro de la realidad y preocuparse por ponerlo a prueba, por ver si es o no cierto. Esta es la batalla cultural de Sarlo.

Cuando Sarlo suelta como al pasar que Sandra Russo es la única mujer que firma contratapas en Página/12 ¿qué está queriendo decir? Sin investigar mucho le contesto que Andrea Ferrari, editora del diario, también ha firmado contratapas, como el primer nombre que se me viene a la memoria.Me molestan los argumentos de Sarlo porque no denuestan estar acordes con su inteligencia. “6,7,8” hereda la pantalla caliente del “Fútbol para todos”, a mi no me gusta el futbol y miro el programa de PPP. Pero no quiero entrar en esta discusión lamentable. Lo que me interesa señalar es que todos los políticos al tomar decisiones, al establecer acciones de estado están “usando políticamente” esas medidas porque la política no es altruismo, es un modo de intervenir en la realidad para transformarla con la finalidad de ampliar el capital político y acumular fuerzas porque jamás se ignora que en el fondo o en la superficie se está dando una batalla con otros sectores que tienen intereses opuestos y buscan desarmarnos.

Lo que con cierto dejo de bronca está reconociendo Sarlo (sin decirlo explícitamente) es que las diferentes estrategias que tomó el gobierno de Cristina Fernández están resultando muy efectivas. Se usa el futbol para hacer propaganda política, si y al mismo tiempo se le restituye un derecho a disfrutar del principal esparcimiento deportivo a buena parte de la población y se termina con un negocio humillante y perjudicial ,incluso para el mundo deportivo.

El mayor deporte es, en realidad, el de la creación de sospechas. Sarlo desliza que en la marcha del 24 de marzo había muchos autocomvocados del Facebook de 6,7,8 con remeras que decían: “Soy la mierda oficialista” como si sugiriera que existen agazapados punteros de “6,7,8” que reparten remeras por una banda ancha gratis. Jorge Schussheim diría “El ladrón juzga por su condición” A veces cuando describimos al otro nos estamos delatando a nosotros mismos.

Sarlo con una buena cantidad de comunicadores e intelectuales intentan convertir estrategias perfectamente válidas del juego político en oscuras y conspirativas operaciones. Todo proyecto político necesita construir consenso a partir de difundir y educar en sus ideas. El conflicto político, esencial y vital para la vida social, no puede resolverse si los ciudadanos no son informados y educados en las diferentes ideas en disputa. Durante mucho tiempo una amplia mayoría de la población sólo tenía la versión Sarlo, la versión de los grandes grupos económicos, la versión Clarín. Hoy empiezan a tener otras miradas y pueden elegir con más elementos.

El armado comunicacional de Clarín se sostiene en grandes estrategias políticas. Muchos gobiernos de la democracia fueron débiles en su armado, como Alfonsín y De l Rúa o construyeron amalgamas sólidas pero reproductoras de la mecánica mediática. Por primera vez un gobierno se propone dar esta batalla desde la racionalidad de un armado político. Sarlo se pisa sola cuando le pone a su nota el título “La batalla cultural” a ella y sus amigos les encantaría que los Kirchner hubieran apelado a la irracionalidad, a la represión, a los golpes, a la agresión, al autoritarismo. La estrategia de Cristina Fernández es la de construir desde una mirada histórica, pensar como una estadista no como una contrincante de la coyuntura. Esta decisión los desarma, los exaspera. Ellos quieren un muerto, sillas que vuelan pero eso no tiene nada que ver con nosotros. Cuando digo nosotros hablo de lo que yo hago desde mi modesto blog y lo que interpreto del trabajo de los otros con el que me siento identificada.

Cuando Beatriz Sarlo nos acusa a los blogueros de vivir del rumor que difundimos y multiplicamos siento que se está equivocando. El rumor lo difunden y multiplican los medios monopólicos, personajes como Carrió, Morales y Sanz. Yo, en lo personal me ocupo del análisis y la construcción de argumentos para el debate. No difundo nada. Lo que más molesta es que muchos de los que destinamos una parte de nuestro tiempo libre a esta placentera actividad de escribir blog lo hacemos por convicción. Somos autónomos, no respondemos a nadie y cuando nuestra confianza decaiga escribiremos sobre otra cosa. A los amigos de Sarlo les molesta que su odio haya engendrado personas que se afianzan en su defensa del proyecto kirchnerista, que se les haya desplomado el mito de la clase media, les molesta que exista un nuevo sujeto, una nueva ciudadanía que intenta recuperar de manera emancipada su propia voz y hacerse presente. Estamos aprendiendo a defendernos y a amar a nuestro país y esta no es una tarea fácil porque nos obliga a repensarnos,a reconstruirnos como sujetos.

domingo, 9 de mayo de 2010

Horacio González, un hombre cordial


Vivimos un momento donde las biografías de los personajes públicos se convierten en un tema de análisis y reflexión política. La dimensión de la subjetividad, como pocas veces, se ve enlazada en el devenir histórico y descubrimos, una vez más, que nuestra identidad como sujetos no puede limitarse a los actos privados.

Hace una semana escuchaba a Horacio González soltar algunas advertencias sobre este modo directo de cruzar biografías en una discusión política. Entiendo que toda vida es compleja, que existen cambios, transformaciones, conflictos a veces difíciles de resolver, todos tenemos derecho a equivocarnos y sería demasiado cruel que se nos limitara a nuestros errores. Pero más allá de la comprensión, absolutamente imprescindible para darle a esta discusión cierta profundidad y justicia, me permito disentir con el director de la Biblioteca Nacional.

Hay momentos donde nos enfrentamos a situaciones definitorias. Sería mucho más fácil para todos transitar una vida donde nuestras elecciones no generaran consecuencias. Muchas veces nos engañamos pensando que nuestras pequeñas decisiones no van a hacer historia. Siempre existen buenas excusas para no comprometerse. Cuando por estos días se buscan explicaciones a los actos y declaraciones de algunos periodistas o políticos, ciertas personas sufren un estado de pudor. Tienen miedo de quedar como los acusadores que le están exigiendo coherencia a Magdalena Ruiz Guiñazú, por poner un ejemplo. La indulgencia que noté en González durante su visita al programa “6,7,8” me pareció inmerecida. Escuchar ese tono afable y complaciente de una joven Magdalena frente a un genocida como Videla y compararlo con el tono guerrero y agresivo que usa para entrevistar a Aníbal Fernández, merecen una severa crítica. Al menos, merecen que la misma Magdalena se haga cargo de sus cambios y transformaciones, que entienda que ese tono afable frente a un asesino le quita la posibilidad de exaltarse y acusar al gobierno de Cristina Fernández de ser una dictadura. A los dictadores se les habla candorosamente por miedo, nadie prepotea a un dictador como hace Magdalena con Aníbal Fernández, en su propio comportamiento está la revelación de la mentira.

Podría aceptar a una Magdalena temerosa ante Videla si ella fuera capaz de entender que ese acto implica consecuencias, autocrítica y un mínimo cuidado con las palabras y las acusaciones. Decir que el uso reiterado de la cadena nacional por parte de la Presidenta “es cosa de milicos”, no sólo es una absurda mentira sino que es una manera muy fácil de desligarse del pasado. ¿Tiene autoridad realmente Magdalena para lanzar esa acusación?

Comparto con González la idea de refinar los argumentos. No se trata de exponer biografías exigiendo una coherencia imposible. Se trata de revalorizar la importancia de las acciones, de saber que hay instancias donde nuestra responsabilidad es suprema y donde si llegamos a un lugar de jerarquía y autoridad profesional tenemos además un mayor nivel de exigencia en cuanto a la verdad y el compromiso.

Porque aquí ocurre algo más importante. Cuando se disculpa a quienes no se animaron,cuando se justifica el silencio de varios periodistas porque “necesitan sobrevivir ” . Cuando se es complaciente con quienes hoy escriben mentiras y se vuelven cómplices de los oscuros negocios de las corporaciones mediáticas, se desmerece a quienes si se animaron. Se trata de un discurso que parece afirmarse en las generalidades y no en las excepciones. Yo creo que la verdad está en la excepción, en esos actos que revelan todo aquello de lo que el ser humano es capaz. Rodolfo Walsh podrá ser un lugar común pero nuestro esfuerzo tiene que estar centrado en comprender a un Walsh . El hombre que se rebela es inexplicable, decía Michel Foucault pero también puede ser inexplicable que muchos periodistas asalariados del grupo Clarín sigan participando de esta gran estrategia de sus dueños para no perder poder.

“6, 7, 8” está corriendo un riesgo al hacer periodismo de periodistas, al escarbar en el pasado de los personajes mediáticos y preguntarse qué hicieron y qué hacen ahora, imaginando que uno puede encontrar una explicación en las numerosas conductas que sostienen una vida. Puede ser cruel, puede generar un poquito de miedo y de introspección pero a mi me parece fabuloso correr ese riesgo porque el menemismo fue, entre otras cosas, una experiencia política que llenaba de liviandad nuestras vidas. No había consecuencias, el pasado se borraba, uno podía desprenderse de su historia sin contradicciones y desdecirse de sus actos. Volver a una mirada donde las acciones tienen un valor es el gran salto histórico al que se enfrenta nuestra subjetividad y será doloroso porque la vida se vuelve más difícil y definitiva. Me parece que no todos los sujetos tienen la frialdad para mentir frente a a una cámara o para adular a un asesino. Creo también que ciertos títulos como los que se publicaban en la dictadura, o más cerquita en el tiempo como los que vemos todos los días,son puntos de no retorno. Que Julio Blank diga ante una cámara que un título como “La crisis causó dos nuevas muertes” está mal, es mentiroso, no dice toda la verdad. Tendría que ser motivo suficiente para que no se dedicara más al periodismo. Nos acostumbramos durante mucho tiempo a naturalizar el desastre, a aceptar lo inadmisible y yo no quiero que un intelectual como González ocupe el tiempo televisivo en decir que la historia de la redacción de Clarín es la historia de los grandes fracasos argentinos porque a toda esa historia ellos la trituran todos los días, la rifan, la historia de las derrotas de nuestro país hoy está en otro lado y la lectura que hace clarín hoy de todos sus resabios históricos no sólo es banal sino que atenta contra la historia que hoy se está construyendo.

Insisto, existen muchas personas que no son ni fueron capaces de decir con estridencia que todo es un desastre o que estamos ganando una guerra canalla. Algo le tiene que estar ocurriendo a un sujeto para manejar ese cinismo y esa absoluta falta de solidaridad.No estoy dispuesta ni a aceptarlo ni a comprenderlo, prefiero gastar mi indulgencia en causas con más sustento.

No se trata de condenar o reducir a una persona a sus tropiezos y debilidades sino de asumir la magnitud de nuestros actos y procurar repararlos.También de tener la dignidad de llamarse a silencio, de retirarse antes de hacer papelones como defender a una apropiadora.

Disiento con González porque no creo que se complejicen los argumentos siendo indulgente, tratando de entender, sino reconociendo el peso que tiene cada acto. Magdalena participó del informe de la Conadep, más allá de las discrepancias y limitaciones de esa comisión tuvo un valor muy reconocido en un contexto sumamente delicado. Pero ese acto no la disculpa de su silencio frente a la declaración de Duhalde de “construir una sociedad para los que quieren a Videla”, ni del modo banal en el que redujo la investigación sobre la apropiación de menores a una mera elección de hacerse o no un ADN como si se tratara de degustar un vino. Nuestro pasado no nos salva de nuestros errores o complicidades del presente, mucho menos si nosotros decidimos dilapidar nuestro capital histórico.

Estos razonamientos dejan muy solos a aquellos que han optado por decir que no, sacrificando carreras brillantes y protagonismo mediático. Hay muchas personas desconocidas que persisten en su verdad pero son figuras secundarias en este relato porque todavía seguimos pensando bajo la lógica menemista del éxito. Somos vulnerables al éxito y justificamos a aquellos que dicen que si para no perderlo.

sábado, 8 de mayo de 2010

Una noche en Café las Palabras


Entre las muchas inimaginables maravillas que me ocurrieron desde que me zambullí en el mundo de la web, tal vez la más importante haya sido conocer a Jorge Schussheim, una persona creativa y original al mejor estilo sesentista. Que se convirtiera en un lector de ms post nos llevó a establecer esa rara forma de amistad del facebook que pasó al terreno de lo real cuando ayer tuve la alegría de participar como invitada en su programa “Café las palabras”.

De algún modo fue cumplir un sueño porque soy una fiel espectadora de ese programa en su versión 2009 y 2010. El café se convirtió en un refugio durante los peores días de ataque de la restauración conservadora. La autenticidad de sus conductores renueva la humanidad de un medio saturado de personajes mediáticos y periodistas estrella. Jorge Coscia, Eduardo Valdez y Schussheim son iguales en el estudio con la luz de la cámara encendida y en el momento donde la magia televisiva se desvanece. Figuras entrañables, militantes convencidos y personas que nos devuelven alguna ilusión en esos momentos donde las convicciones y las ideas parecieran ser antigüedades que despiertan tristes formas de burla.

jueves, 6 de mayo de 2010

Noche de poesía


Esta noche estoy invitada al programa “Catarsis” de Radio Estación Sur para leer algunos de mis poemas y participar de una entrevista.

Tanto la invitación como mi modo de comenzar a escribir poesía son una sorpresa en mi vida.

Los que vivan en La Plata y se animen a escuchar el programa podrán sintonizarlo en FM 91.7 de 23 a 01. Los que se encuentren en otro lugar del país o ¿del mundo? pueden recurrir a internet http://www.radioestacionsur.org/

Para el que prefiera la lectura y acostumbre a acostarse temprano puede leer a continuación algunos poemas de “Medea en Devon” un material que intenta ser una biografía poética de Sylvia Plath, una de las escritoras suicidas veneradas dentro de esta Logia





Tarjetas de la noche




21 de diciembre
Cambiar de piel
es ponerse un vestido satinado
y saber que la nieve
será mi sepultura

No tengo hambre
sino ganas de mentir

He pintado la casa de blanco
Hice del color una nueva escritura
Ahora soy azul
aunque él no lo quiera
Vivo eternamente blanca
como la nieve inglesa
como el pelo rubio de la muchacha
que aceptó morir
¿por qué empezar el año con la muerte’

Todos desangran trajes nuevos en navidad

Lo que no te gusta es mío ahora
Mis hijos azulados durmiendo
mientras escribo
La mano congelada

Seré nuevamente yo
después de mentirte
Callada, el silencio es él
Todos son sus cómplices
Cuando alguien abandona
sabe que van a protegerlo

Confundir a una mujer
con una máquina de escribir
es un crimen
Dos días en soledad no sirven

si todos festejan

Tengo que contar historias
El infortunio
es una mesa de navidad sin
sillas

¿por qué no quise cruzar el océano?
¿por qué enfrentarme a la soledad después del diluvio
buscar refugio
en quienes están de su lado?
¿es una guerra esto?
Ted y sus trincheras para calcinarme

Mi hija me da ánimo
para soportar otro día de fiesta
en el que no saldremos
en el que nadie vendrá
Ella es mi madre hoy
Mi tristeza la oscurece

Llega para avisarme que la navidad no tendrá festejos
Es fácil esperar que
los sueños se cumplan
jugar a que por un momento
todo vuelve a ser como antes
pero deja una estela negra
y yo sé que nos olvidará
cuando la navidad de sus primeras horas
Otras ocupaciones
los hijos, después de todo
son algo tan incandescente como el pasado
para un hombre que escribe
Yo no puedo escribir
sino ocuparme de inventar
la historia que le contaré a los otros
para que el llanto sea sólo mío

La casa de Yeats es un refugio
que me ahoga

Thomas
El rubio fantasma
que cruza las paredes
huele a menta
Lleva un cochecito desarticulado
como si huyera
como si se tratara de una refugiada
Dos niños que no hablan
Ella extiende las capas de su abanico
en el pelo trenzado
y se le escapa una mirada
entre el terciopelo y la piel de imitación
que usa para celebrar las fiestas
para cambiar de envoltura
para poblar el silencio

24 de diciembre
Nada puedo ver
la nieve es una placa de acero
He olvidado en que consiste
dormir
El insomnio llama a la muerte

entonces escribo
entre la nieve y la vigilia
me encuentro
La noche me ha dejado conocerla
y en sus contornos
soy la que encuentra sangre en el papel

pero el día todo lo disuelve
y ellos dicen no
Entender es comprimir en una mano
lo que nunca estuvo

Llega y toma una copa
el festejo queda allí
más presente
porque se ha ido
y habrá otro encuentro
correr hacia él es lo importante
Yo, una simple estación
en la fervorosa vida de Londres
La rubia belleza
resulta poco
Es aburrida y enferma
tiene hijos callados
y escribe poemas incomprensibles

Podrán hablar de mi
pero no vienen
Las manzanas de mi casa de Devon
ven llegar la luz

La nieve me entierra
Es tan difícil prepara el café
salir de compras
no resbalar en plena calle
saber la hora
reconocer una tarde de sol

Mi pasado es tan espléndido
El invierno
tiene un nombre y me ofrece
batalla

No puedo hacer de la navidad una fiesta
tampoco puedo golpear a la puerta
de quien brinda
con una bufanda negra

El remedio no llegará nunca
algo se ha roto
Las luces
me dicen que no volveré a ser como ellos

La mano quemada
no sabe de manjares
no preparará banquetes
La mano está
para llenar el hambre
con el crujido feroz del lápiz
que no guarda clemencia

domingo, 2 de mayo de 2010

Entrevista inédita a Juan Villoro


Publico aquí esta entrevista que le realicé a Juan Villoro en el año 2007 con motivo de la publicación en la Argentina de la novela corta “Llamadas de Ámsterdam” por la desaparecida editorial Interzona.


A veces olvidar es imposible. Juan Jesús escarba como un arqueólogo en las infinitas rutas que pudo tomar su romance con Nuria, roto hace siete años. Ese momento en el que el amor se convierte en una instancia existencial y hace que un divorcio sea la excusa perfecta para tirar a la basura esos cuadros que Juan Jesús jamás terminará de pintar. Una caída que desemboca en una cabina telefónica de la calle Ámsterdam, en la ciudad de México, desde la que Juan Jesús espía la nueva casa de Nuria y descubre que la distancia que puede saldarse al cruzar una cuadra es, en realidad, equivalente a atravesar el océano.
Esta es la historia que se mezcla entre la furia y los bares de México, de sus calles pobladas de una belleza irrespirable. Su autor, Juan Villoro, la bautizó “Llamadas de Ámsterdam”, como si ese título pudiera trae cierta tranquilidad y paseos en bicicleta con el pan colgado en el manubrio.
Interzona es la editorial argentina que sirve de puente y Villoro dice desde México: “La literatura puede ser una épica individual, un secreto entre dos.” Entonces no parece existir diferencia entre pensar, reconstruir, armar una historia de amor y lanzarse a escribir.
Usted dijo alguna vez que la narración es una verdad en sí misma. ¿Acaso los protagonistas de “Llamadas de Ámsterdam” no juegan, por un momento, a ser escritores?
-Creo que todos jugamos a narrarnos, necesitamos planos paralelos para que el caos de la vida diaria adquiera principios y fines reconocibles. Lo interesante es que hacemos esto sin ser conscientes de armar una historia. Los personajes de Llamadas no saben que eso es un relato: quieren cambiar la vida y sólo construyen una historia.
“Llamadas de Ámsterdam” podría pensarse como la disputa de dos narradores. Uno: el que ignora. Otro: el que sabe. Usted elige ubicarse en el lugar del que ignora.
-Hay escritores que comunican algo que saben y escritores que buscan averiguarlo en las páginas. Pertenezco al segundo género. Me parece más atractivo explorar desde el desconocimiento que hablar con la seguridad del que ya sabe lo que va a pasar.
La literatura viene a decir lo que nunca se diría en los hechos. Aquí es donde el lector se convierte en confidente del narrador. ¿Descubrir el lugar donde la literatura se vuelve necesaria o posible, no podría ser una de las claves de la escritura? Lo pienso más allá de ciertas pretensiones de originalidad o de descubrir historias poderosas.

-La pregunta me interesa mucho: hay cosas que sólo se pueden decir desde la narración. El mundo de los datos, el mundo de la información, traza un relato sin investigar mucho el sentido qué puede tener. En cambio, la narración se ocupa de los sucesos para dotarlos de sentidos posibles y permitir una lectura que muchas veces se opone a las convicciones del autor. En “Sábado”, Ian McEwan ofrece muchas facetas para el tema de la guerra de Irak. El personaje que más me atrae a mí, y probablemente a la mayoría de los lectores, es la hija del protagonista, que se opone a la guerra y cree en forma romántica en la potencia del arte. McEwan piensa de modo distinto, pero logra que la novela se oponga a sus convicciones (que no son las de un militante pro-Bush pero tampoco las de un pacifista). Contra las mentiras de Blair (que en la novela confunde al protagonista, que es neurólogo, con un pintor), McEwan presenta verdades oponentes, discursos que compiten y multiplican el sentido: narraciones.
Usted dijo en alguna oportunidad que en su novela “El testigo” se daba, no sólo una reflexión sobre esta figura sino la dificultad para identificar quién es, en realidad, un testigo confiable. ¿El escritor no podría pensarse como un testigo, alguien que siempre tiene una mirada extranjera, más cerca de la observación que de la acción?
-El tema del testigo es esencial a la escritura. Empecé a reflexionar sobre esto al escribir cónicas. En agosto de 1994 fui a la selva tojolabal a un encuentro con el Ejército Zapatista. Se trataba de algo que desafiaba los valores entendidos. Ese mismo año, en enero, los zapatistas se habían levantado en armas al modo guevarista. Pero luego de unos días aceptaron el acuerdo de paz y desarrollaron una guerrilla posmoderna, que no disparaba balas y se representaba a sí misma en comunicados de prensa muy imaginativos. Antes de ir a la selva, Marcos nos mandó un mensaje: “los snobs pueden traer cuchara”. Íbamos a un sitio donde no existen los objetos comunes. Después de tres días en la selva, me hizo falta otro objeto: no me había visto la cara y sentí una especie de vértigo de la identidad, como si me pudiera evaporar en un entorno que no acababa de entender. Vi una camioneta a la distancia y fui en pos del espejo retrovisor. Me asomé ahí y leí la consabida frase que entonces cobró una fuerza oracular: “Las cosas están más cerca de lo que aparentan”. En ese entorno al margen de las convenciones, no había nada más difícil que ser un testigo objetivo. ¿Podría narrar los hechos desde mi confusión, sin comprender la apariencia de las cosas? Escribir no depende de resolver esta pregunta sino de profundizarla. Ser testigo no es una solución, es un problema, por eso mismo tiene sentido: no hay que buscar una respuesta unívoca a los hechos sino narrarlos desde los significados múltiples que permite la perplejidad.
En sus novelas el tema político ocupa un lugar secundario en relación a la anécdota que se cuenta, sin embargo el modo de presentar los vínculos que establecen los personajes implica una lectura política. Se observa el retrato de cierta banalidad en la clase media, como si usted pensara que la vida puede caer con mucha facilidad en la frivolidad. Me refiero al modo dramático que esa banalidad esconde.
-Desde que nací, México está en crisis política. El PRI gobernó durante 71 años y yo voté por primera vez en 1976, cuando sólo había un candidato a la presidencia. No padecimos una dictadura en sentido estricto, pero tampoco tuvimos democracia. Es lo que Vargas Llosa llamó la dictadura perfecta y lo que, a partir de la alternancia conducida por la derecha, podemos llamar la caricatura perfecta. Vivir en una sociedad tan injusta produce una gran insatisfacción; al mismo tiempo, esto no se vive con el dramatismo de las guerras o las dictaduras, ni con la pasión o el fanatismo que provocan los líderes iluminados o mesiánicos. No tenemos ni la desgracia ni la grandeza de la tragedia. En este drama de baja intensidad la clase media se adapta fácilmente a distintos modos de supervivencia, recurre a mecanismos de negación, banaliza el horror: “Si no podemos cambiar el mundo, podemos beber otro tequila”. Supongo que este desasosiego sin énfasis se ha colado a mis historias. El trasfondo político suele ser el de un desplome en cámara lenta.
En muchas de sus historias los personajes masculinos parecen estar a la deriva, mientras que las mujeres tienen un propósito más claro y crecen frente a las debilidades y titubeos masculinos. ¿Se trata de un diagnóstico, mera casualidad o utilidad práctica?
-En mis primeros cuentos, las mujeres determinaban a los hombres desde la distancia o la ausencia. Eran los planetas hacia los que ellos tendían y en cuya órbita giraban. Poco a poco, los personajes femeninos se hicieron más presentes. Siempre tienen más fuerza y más inteligencia que los hombres. Supongo que esto depende de un aprendizaje de vida. Las mujeres son más fácilmente interiores que los hombres, y en consecuencia son mejores personajes. El hecho de que yo no sea mujer es una limitación que compenso en la escritura. Nabokov dijo que sus personajes temblaban al verlo porque los controlaba con rigor marcial. El titán pudo con todos pero no con una niña con una cicatriz en el tobillo. El peor insulto que Lolita podía decirle a un hombre mayor es: “Hablas como un libro”. ¿Hay mayor desafío que consagrar un libro a esa rebelde?