martes, 25 de mayo de 2010

Feliz Bicentenario


Argentina no nace el 25 de mayo de 1810. Naciones preexistentes, luchas memorables hablan de una historia que ya mostraba su pasión y sus convicciones. Pero la voluntad emancipadora de los hombres de Mayo, su capacidad para armar una revolución que se vería derrotada y su fervor por romper el yugo colonial marcan un comienzo.

De los héroes de Mayo tengo una principal predilección por Juan José Castelli. El orador de la revolución, el Jefe del Ejército del Norte, el hombre que entendió la igualdad entre los pueblos originarios y los criollos, murió por un tumor en la lengua.

Mariano Moreno es otro de mis preferidos. El autor del Plan de Operaciones es una de nuestras vidas breves. Murió en altamar después de tomar un supuesto remedio que, en realidad, era una fuerte dosis de arsénico. Es también otro cuerpo joven tirado al mar. Esa agua que debía apagar tanto fuego, como dijo Cornelio Saavedra.

Nunca soñé vivir esta fiesta en la que se ha convertido el Bicentenario, ni tampoco me imaginé que nos iba a encontrar en un momento tan fabuloso de la historia latinoamericana, cumpliendo el sueño de la Patria Grande. Porque estos hombres de Mayo no veían diferencias entre un boliviano, un argentino y un peruano.

La gesta emancipadora se concretó con la lucha de los esclavos, los mulatos, los pueblos originarios como grandes protagonistas. Los hombres de Mayo necesitaban de una burguesía revolucionaria para copiar la revolución francesa pero no la encontraron. Los porteños eran desde esa época una elite que no estaba dispuesta a pelear codo a codo con la chusma.

También hubo mujeres, entre ellas Remedios Del Valle que recibió como condecoración el sable de Manuel Belgrano.

Cuando anoche espié por unos minutos la reapertura del Colón antes de sumergirme en el festejo de la 9 de Julio, pensaba que en este Bicentenario la oligarquía parece estar refugiada en sus palacios o relegada a un costado de la ruta, como es el caso de la patronal campestre pero el pueblo con todos sus matices y diferencias está en la calle. Buenos Aires es una ciudad de fiesta. Esa misma ciudad en la que Castelli con la boca lastimada se preguntaba (según la maravillosa pluma de Andrés Rivera): “¿ Qué nos faltó para que la utopía venciera a la realidad? ¿Qué derrotó a la utopía ? ¿Por qué, con la suficiencia pedante de los conversos, muchos de los que estuvieron de nuestro lado en los días de mayo, traicionan la utopía? ¿Escribo de causas o escribo de efectos? ¿Escribo de efectos y no describo las causas ? ¿Escribo de causas y no describo los efectos?

Escribo la historia de una carencia, no la carencia de una historia.”

2 comentarios:

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  2. Raúl:

    Esa parte del texto a la que te referís no es de mi autoría sino de Andrés Rivera. Lejos de enojarme me alaga que me confundas con uno de los mejores

    escritores argentinos. Por otro lado tendrías que revisar tu capacidad para juzgar la literatura.

    Te recomiendo que te relajes un poquito. Mi frase sobre la oligarquía es el resultado de un momento de felicidad frente a un festejo. No pretende ser

    una reflexión sobre nada. Toda euforia es maniquea.

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