domingo, 10 de mayo de 2015

Los límites del llamado periodismo militante. Sus flaquezas y los riesgos a futuro

     
Se ha llegado a un límite. Si en un principio era necesario revelar para la inmensa mayoría los mecanismos que hacían a la construcción de una noticia. Si era urgente demostrar que las creencias de una población se debían a la influencia, a la capacidad que el poder mediático tenía para convencer por encima de un poder político que se mostraba sumiso y débil. El impulso por disputar el lenguaje mediático que hizo el gobierno nacional tuvo sus etapas lúcidas, donde las herramientas para comprender y analizar el discurso mediático fueron distribuidas desde el canal público. Hoy ese prédica está entrando en una zona monótona donde ya no genera pensamiento.
          En este punto quiero aclarar que la preponderancia del discurso mediático ( que es político) sobre el político institucional tuvo que ver con que supo generar mecanismos de identificación con la sociedad, al mismo tiempo que la política se alejaba y se convertía en un espacio que no daba respuestas, era un factor de obstrucción y se debilitaba su interés en involucrar al pueblo en su enunciación. Lo digo para despejar la maleza frente a aquellos que se defienden diciendo. “Ustedes creen que la gente es tonta” No, yo creo que hay sectores que han sabido interpretar mejor que otros lo que le pasaba a la ciudadanía y que utilizaron sus deseos y frustraciones a su favor.  
           La discusión sobre el periodismo no sale fortalecida en estos años, o, al menos, no se ha hecho con la suficiente rigurosidad.
            Entre muchos de los aspectos que para mi se han debatido mal o sobre los que se ha construido un discurso sin pensar mucho en sus consecuencias, quiero seleccionar, en primer lugar, la discusión sobre objetividad y subjetividad.
           Me preocupa que voces kirchneristas repitan tan livianamente que la objetividad no existe y que todo dato es construido.
          Por supuesto que yo considero que la objetividad, tal como la definen ciertos medios predominantes, tiene que ver con el establecimiento de un lugar común, de un discurso que es presentado como la realidad y sobre el que buscan cerrar la posibilidad de cualquier cuestionamiento. Los hechos sustraídos de ideología suelen ser falsamente llamados objetivos.
Pero, señalado esto, yo creo que es muy peligroso decir que no hay hechos objetivos. Primero porque se estaría cayendo en un relativismo extremo que pondría en duda un asesinato, una tragedia, es decir, que no sentaría las bases de ninguna creencia, de ningún dato sobre el cual elaborar interpretaciones.
          En una entrevista que le hice a José Pablo Feinmann para la revista Debate le plantee esta discusión ( que es imposible de dar con colegas) y transcribo aquí parte del diálogo

Usted sostiene que los medios crean ficción, que no les importa el dato objetivo sino que construyen realidades, inventan hechos. Cuando a veces desde el periodismo que discute a los medios hegemónicos se sostienen premisas como “la objetividad periodística no existe” ¿No se corre el riesgo de caer también en esa construcción de ficciones? ¿Si la objetividad periodística no existe como se sostiene una frase como “Clarín miente“? Esta claro que esta frase supone una verdad que Clarín estaría eligiendo no contar. Por lo tanto esa verdad sería indiscutible, estaría por encima de las ideologías.

- Hay que analizar qué es la verdad y qué la mentira, que surge de qué es la verdad. La mentira sería la no verdad. Para establecer la no verdad habría que establecer la verdad y la verdad yo no creo que sea una. Cuando Foucault dice la verdad es de este mundo quiere decir que hay una lucha por la verdad. La verdad termina siendo la verdad del más fuerte, del poder, del que puede imponerla. Clarín miente es una frase que pertenece al campo de las verdades. No es la verdad, el gobierno dice Clarín miente, Clarín dice, Clarín no miente, ahí tenemos que decir cuál es la verdad y bueno, la verdad en las últimas elecciones es, clarín no miente porque las ganó clarín y con la ley de medios lo que se intenta, para usar la frase de Jacques Derrida , es deconstruir el monopolio, una vez deconstruido Clarín va a poder mentir, como lo dice el gobierno, por menos bocas.  Se va a poder jugar en condiciones igualitarias. La historia se hace en base a conflictos de verdades transformadas en ideologías, en creencias religiosas, en estrategias guerreras, de esos choques al final gana una verdad.

Me parece peligroso decir que la objetividad periodística no existe porque caemos en un relativismo extremo. A Kosteki y Santillán los mataron y ese es un hecho objetivo. Después Clarín va a decir que lo mató la crisis y Página 12 va a mostrar la foto del asesino.

- Eso es un hecho, es fáctico, verificable, nadie lo puede negar porque todos tienen que partir de ahí. Después están las interpretaciones que lo mató Duhalde, que lo mató la crisis, que los mató una conducción equivocada . La verdad va a surgir de quien tenga más poder para imponer su verdad

Pero eso no fue lo que pasó en este caso. La sociedad reaccionó ante la tapa “La  crisis causó dos nuevas muertes” a pesar del poder de Clarín

-Estoy totalmente de acuerdo con vos y entramos en otro territorio, cómo el sujeto puede liberarse de la mentira que le venden como verdad. No siempre se puede manipular la subjetividad del espectador, de hecho, cuando muere Kirchner hay una movilización espontánea que no pudo ser impedida por los medios. Después de varios años de que los medios dijeran que era un canalla, un ladrón, un autoritario, el día que muere van miles  de personas, a llorarlo. Ahí se atraviesa la malla del poder mediático y hay un momento en que tiene que aparecer la conciencia crítica. Para ir a un ejemplo filosófico descollante. Hegel siempre dice que Descartes es un héroe de la filosofía porque en medio de una sociedad aristotélico- tomista, con la inquisición funcionando, sin embargo dice voy a dudar de todo, voy a utilizar la regla de la duda como método. Lo cual implica en un primer momento dudar de dios, entonces ya no es dios el que hace la historia sino que la empieza a hacer el hombre. La historia se acelera y en un siglo y pico viene la revolución francesa después de trece siglos de edad media en los cuales los hombres estuvieron sometidos a dios. Cuando el hombre siente que es su propia verdad la que él tiene que buscar, ahí empieza una gran etapa. Hay una frase de Sartre que cito constantemente porque estoy enamorado de ella “Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él“. Constantemente hacen con nosotros algo que ellos quieren que seamos pero en determinado momento nos damos cuenta y empezamos a fabricarnos a nosotros mismos y ahí si pierde el poder mediático

         Creo que desde el periodismo kirchnerista se tiene una gran falta de rigor para abordar este tema. Del mismo modo que considero que nos estamos acercando a los límites del llamado periodismo militante.
          Por supuesto que está claro que un periodista del grupo Clarín ejerce un periodismo mucho más descaradamente militante que el que realiza cualquier periodista ubicado en las filas del kirchnerismo y que es mucho más manipulador porque disfraza su ideología. Pero basta con asomarse un rato a un programa como “Intratables” para terminar de comprobar como el periodismo militante anula toda posibilidad de pensamiento y termina siendo funcional a una política del show y la frivolización, que es lo que tiene lugar en ese programa. Que desde un formato donde se busca la despolitización se hayan apropiado del periodismo militante para mostrado como una forma bufonesca de presentar la política, obliga a repensar las formulas, los soportes, los modos de comunicar cuando de discutir las ideologías de sometimiento que se distribuyen desde el poder mediático se trata.
          En ese programa las figuras periodísticas que se presentan son absolutamente esteriotipadas. Los que ocupan el rol de periodistas kirchneristas tienen que autoafirmarse en ese lugar y defender cualquier cosa que surja del lado del gobierno. Los que juegan el rol de periodistas no kirchneristas tienen que sobreactuar una oposición que nada tiene que ver con la crítica.
           De ese modo se anula la posibilidad de contradicciones hacia el interior de la ideología que cada uno sustenta. Todos sabemos que se ejerce el periodismo desde un lugar ideológico determinado y que la ideología no implica pertenecer a un partido político o adherir a un gobierno, doy por superada esta afirmación para discutir otra cosa.
           Se puede, y de hecho sobran los ejemplos, simpatizar con el kirchnerismo y con cualquier otro partido político y  tener una mirada  crítica sobre cada uno de esos espacios. Es una caricaturización al extremo, como la que se realiza en “Intratables”, la que busca instalar la sensación de que eso es imposible y que asumir un posicionamiento político es casi igual a pertenecer a una secta.
          De hecho, lo que hace Diego Brancateli es una parodia del kirchnerismo. Yo como kirchnerista me río cuando lo escucho pero no me pasa solamente a mi. Si uno observa a los funcionarios kirchneristas que asisten al programa se ríen de las palabras de Brancateli allí mismo, en vivo y en directo.
          Una cosa es que un político, que un funcionario, defienda lo que sea porque ese es su rol pero que un periodista reconozca su ideología o su pertenencia partidaria no impide que desde ese posicionamiento también puede ser crítico. En gran medida porque no existe un proceso político que no tenga contradicciones y la tarea del periodista es señalarlas sino creemos que una ideología o un gobierno es un bloque compacto que no tiene fisuras. Pero , a su vez, ese error de atrincherarse en la autoafirmación fortalece la idea de que sólo se puede ser crítico si uno no se siente identificado con ningún partido político.
           Un periodista profesional y kirchnerista ( lo digo de modo exagerado pero vale sacar la palabra kirchnerista y poner cualquier otro nombre) debe diferenciar su discurso de la enunciación de un político porque sino estamos dinamitando la profesión y hacemos un trabajo para ghetos y los que terminan saliendo fortalecidos son aquellos que se ubican en un lugar de supuesta imparcialidad. Lo que quiero decir que el discurso que va a terminar considerándose verdadero es aquel que toma un poco de todos los sectores políticos, de todas las ideologías, que siembra un manto de sospecha y que termina reduciendo la política a una cuestión de honestidad. Y la batalla cultural la va a terminar ganando otra vez la despolitización.