viernes, 22 de abril de 2011

Vuelve Esto


El próximo SABADO 23 a las 22 hs

En EA! (escena Abierta)

Córdoba 2365 - TE 493 2429 - Mar del Plata

Se presentará la Obra Teatral

ESTO

de Alejandra Varela

“Esto” es el pretexto para mencionar lo que no se quiere decir.

"Esto" es intentar encontrar respuestas a cuestiones que subyacen en un clima de tensión y apariencias.

Cuando en la obra decimos "esto" el mensaje se desintegra, la información se distorsiona y lo central pierde sentido en una búsqueda estéril.

En todo momento los personajes intentarán encontrar un culpable, un chivo expiatorio, para perseguirlo, acosarlo, interrogarlo hasta las consecuencias más impensadas,

el único objetivo es el de seguir metidos en su "casita de muñecas"

protegidos detrás de una máscara cobarde e hipócrita.-

Actúan:

Armando González - Mónica Miceli

Dolores Perata – Patricia Viglianchino

Partitura de Sonidos: Santi lesca

Asistencia: Ricardo Peterseim

Dirección

Daniela Suárez

sábado, 16 de abril de 2011

Una fuente desbordante de pecados capitales


La niña dibuja en acrílico imágenes brillantes. La estrella de la masonería está entre sus símbolos preferidos y su repetición se propaga como una epidemia en las escenas de El elegido. Todos sus personajes parecen marcados por esta estrella y Alma, la pequeña dibujante autista, se erige muñida de su crayón en la narradora de esta ficción que de lunes a jueves puede verse en la pantalla de Telefé.
Ella lo sabe todo, lo presiente, tiene contacto espiritual directo con Logroñeses (Daniel Fanego), el jefe de la poderosa Logia que maneja los negocios y el destino de todos los personajes de la serie porque “para Alma los autistas somos nosotros ”,frase que señala la esmerada preocupación del guión por exaltar la figura del diferente hasta un sinuoso paroxismo.
Nada de lo que ocurre en El elegido responde al azar de los falsos clímax televisivos. Sus escenas están recargadas de sentido, estalladas de personajes que no sólo encarnan un pecado capital, bajo el amparo del cuadro de El Bosco, sino que componen un abanico de causas sociales que amenaza con desbordar su trama.
Una abogada de atuendo desprolijo, que actúa de agente infiltrado en un estudio recoleto, donde busca información para salvar a los pueblos originarios del despojo de sus tierras (personaje que Paola Krum ve pasar sin entender), tiene de compañera de trabajo a una bella y ambiciosa colega que mantiene bien cerradito el armario de su lesbianismo, interpretada con mucha solvencia por Mónica Antonópulos y unas oficinas más allá está Luciano Cáceres, el hijo del dueño del estudio que es un golpeador empedernido.
Pero lo más divertido es la loca desenfrenada que compone Leticia Brédice. La ruptura impensada que amenaza con hacer estallar esta apología de la corrección política que vino a instalar Pablo Echarri en su rol de productor y, por supuesto, galán de esta serie.
Verónica es una millonaria preciosamente enfundada en tailleur, híper elegante y estructurada, que adora a su marido con desesperación y se esfuerza en contener el desprecio que le provoca esa hija imperfecta y “enferma” que dibuja como un genio pero que ilumina la anormalidad de su propia sangre. Verónica es el esteriotipo de la villana de teleteatro en una intriga que intenta eludir toda frivolidad. Brédice no tiene el menor reparo de hacer de su personaje una caricatura que bordea el mamarracho para pasar, con una suavidad imperceptible, a encontrar el tono justo y brillante que conecta a esta rubia espléndida, dueña de una galería que más se parece a un museo, con el drama de haber sido abusada por su padre de niña, de haber sufrido la muerte de su madre y el odio de su madrastra, como si su vida se tratara de un cuento para chicos poblado de brujas y lobos feroces.
Algo falló para que entre apuestos abogados adictos a la cocaína y obreros combatibos que esconden en su casa a una enfermera abortista, entre piquetes de pueblos originarios y personajes afirmados en una ética que nunca llega al cuerpo de los actores, lo más atractivo se descubra en los terribles personajes de Nevares Sosa, compuesto magistralmente por un histriónico Lito Cruz y Verónica, amigos y cómplices en su modo impúdico de hacer maldades. Y no se trata sólo de buenas actuaciones sino de carisma porque se le perdona a Verónica haber abandonado a su hija en una plaza frente al insípido personaje de Krum, la abogada idealista que enamora al marido de Verónica ,enfundado en el cuerpito atlético de Echarri. Porque las buenas intenciones, la pulcritud política, la densidad social se desmoronan ante esa escena donde Alma, la niña con dotes proféticas , une las manos de su papá y de Mariana como un modo de decirles en silencio que pueden concretar su amor, que ella le teme a su madre, que necesita ser salvada de las garras de Verónica. Después de esta gloria del ridículo pedimos un poco más del show de Brédice que parece reírse de todo y estar contando otra historia.

El elegido puede verse de lunes a jueves a las 22:30 por Telefé

sábado, 9 de abril de 2011

Del inconveniente de haber nacido


Una versión de esta nota se publicó en la revista Debate el sábado 19 de marzo

Por Alejandra Varela

Imposible delimitar un espacio y una época pero está claro que se trata del pasado.
Personajes sin nombre, sin identidad enumeran episodios absolutamente convencionales. Se ubican como narradores de escenas que ya ocurrieron y que no van a representarse ante los ojos del espectador. El territorio de la acción ha quedado en el pasado, estos seres responden a la tradición beckettiana de la quietud, de la acción dramática suspendida, de la expulsión de una vida social donde encarnar un conflicto, llevar a cabo un objetivo, sólo puede despertar la más pavorosa ironía.
Un hombre y una mujer transitan descalzos un plateado camino empinado, o cuesta abajo, según el lugar de la curva que les toque en suerte. Esa escenografía le otorga dinamismo a un texto narrativo escrito por Peter Handke que no está estructurado en torno a una situación dramática. Con inteligencia Leonor Manso entiende, desde su rol de directora, que en esta clase de obras la acción dramática se construye desde la actuación .
Maia Mónaco y Martín Pavlovsky crean el conflicto en la relación entre sus personajes y el espectador. No existen vínculos en la trama más que la casualidad de la serie a la que los personajes narradores pertenecen. Nada los hace brillar y nada termina de hundirlos. El público es el jurado al que ellos se dirigen en su condición de Incriminados. Como en una historia kafkaiana los motivos para sentirse culpables nunca son revelados pero en esa lista incesante de episodios algo rompe la trivial monotonía.”Me engendraron. Me dieron a luz. Sólo dije lo que los otros habían dicho; sólo pensé lo que los otros habían pensado". Como en Samuel Beckett se respira en Handke el desencanto ante el sujeto. Hasta el ser más inocente ha sido cómplice de la infamia.
Pero Handke se distancia de Beckett cuando puede humanizar a sus personajes al permitirles un atisbo de culpa. Gracias a las perfectas actuaciones de Pavlovsky y Mónaco el espectador se podrá sentir identificado durante algunos segundos y también rechazará la culpa bajo la sospecha de que el posible incriminado pueda estar sentado en su butaca.
La puesta de Manso recuerda aquella esfera donde perdían el tiempo los personajes de Esperando a Godot, obra que dirigió en los años noventa. El diálogo entre el texto de Beckett y la dramaturgia de Handke podría ser un lugar común en la teatralidad que se instala en la Europa de los años sesenta pero Handke realiza una lectura política de la tradición beckettiana. No se trata de la pasividad como falso cliché de profundidad, sino de sujetos que han sido derrotados. Si no se desarrollan episodios arriba del escenario es porque la sociedad toda ha perdido la capacidad de intervenir sobre la realidad.
Incriminados tiene las marcas de un autor austriaco, ermitaño, eterno candidato al Premio Novel del que parece haberse alejado definitivamente el día que decidió asistir al entierro de Milosevic. Su puesta en escena en una Argentina que está mirando de frente las zonas más vergonzosas de su historia, que está haciendo de la memoria un acto de interpelación sobre su presente, puede ser una excusa para rastrear las responsabilidades sociales, los silencios, para asomarse a ese teatro que suele enfrentar al público con una escena que nunca hubiera querido ver.

Incriminados, con dirección de Leonor Manso y las actuaciones de Maia Mónaco y Martín Pavlovsky se presenta los domingos a las 19 horas en la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación.