domingo, 26 de septiembre de 2010
La blogósfera del yo
Voy a escribir desde una sensación que intentaré racionalizar a lo largo del post. No me cayó para nada bien el episodio que protagonizó esta semana el bloguero Lucas Carrasco. Para ser sincera me cayó bastante mal y desde este malestar me propongo discutir algunas cosas que, tal vez, para muchos tendrían que quedar puertas adentro del universo bloguero.
Me sumergí en este maravilloso mundo de los blogs después del conflicto entre el gobierno y las patronales rurales. En Carta Abierta duré un mes en el que fui hiperactiva en la comisión de medios pero los tiempos de mis compañeros no eran los míos y busqué otros rumbos. Durante esta etapa en la web se desarrolló un lenguaje al que los intelectuales de Carta Abierta deberían prestarle más atención porque tiene una capacidad de llegada más intensa, sin dejar de lado la posibilidad de un análisis original.
Desde el comienzo del conflicto con la 125 entendí que había que realizar una intervención a nivel comunicacional. No se trataba sólo de informar y de procesar esa información, como claramente es necesario y urgente hacer, sino de convertir esa tarea en una intervención política y comunicacional que impacte y, desde su fuerza fáctica, vuelva comprensibles y palpables procesos que suelen quedar restringidos a l ámbito militante o al universo de los especialistas. . “6,7,8” es una intervención porque no sólo confronta, discute, debate, genera pensamiento sino que obliga a sus periodistas a poner el cuero a posicionarse y desde allí a confrontar directamente con otros periodistas, a evidenciar el detrás de la escena, a poner en crisis el concepto de objetividad.
Desde esta perspectiva el post de Carrasco fue una intervención. Dejó en claro con una impronta masiva, algo que muchos sabíamos: que el discurso de la derecha sobre el kirchnerismo y los medios es falso, que responde a una gran ficción que ellos construyen y repiten con la certeza de que existe un importante sector de la población que se lo cree. El discurso instala un miedo que no tiene una validación real pero que busca convertirse en real a partir de la ausencia de pensamiento. Si repito sin pensar le creo a Magdalena, a Leuco y a Grondona. Es fácil demonizar a Guillermo Moreno, a Hugo Moyano, a Luis Delía. Los medios se apoyan en los prejuicios clasistas y raciales, en el gorilismo, en la incorrección política. Nadie sabe como son estos personajes en realidad porque la inmensa mayoría los conoce por lo que los medios dicen de ellos y siempre existe la posibilidad de que esa personificación sea cierta. Pero cuando un terrible boludón como Leuco llora frente a las cámaras por un blog extremadamente burlón de un muchachito de provincia carente de poder, cuando el propio Leuco decide darle entidad a ¡un bloguero! la mentira se vuelve tan evidente que ya casi adquiere el valor de indiscutible. La intervención Carrasco demostró para todos aquellos que no querían o no podían verlo que las amenazas del kirchnerismo a los periodistas eran absolutamente falsas. De haber existido amenazas reales, com posibilidad de hacerse efectivas, jamás se habrían aferrado a semejante pavada.
Si fuera buena y conciliadora me quedaría con este aspecto positivo del post de Carrasco y aquí se terminó todo pero hablé al comienzo de este texto de mi malestar.
Tendríamos que ser demasiado ingenuos para negar la llamativa necesidad de protagonismo del bloguero provinciano (yo también soy provinciana que no se lea como peyorativo). El chico no quiere llamar la atención de su amada, ni levantarse minas, el chico quiere salir en los medios, tener popularidad y es claro que viene pensando estrategias para ser el bloguero estrella. A comienzos de este año me avisaron que había escrito un post tira bombas contra “6,7,8”. Fue la primera y última vez que leí su blog, me pareció una puesta en escena total. Queda demostrado que mi percepción no fue errónea porque cada vez que Carrasco va al programa de la televisión pública no pone sobre la mesa las supuestas diferencias que tiene con los panelistas. Carrasco no se proponía criticar a “6,7,8” sino generar revuelo. Muy bien, el chico se puso a pensar qué hacer para provocar escándalo y enfocó la mira en el objetivo, en el deseo máximo de la derecha: que asome un loquito K que reinstale el mito del guerrillero, que aparezca un muerto, un mártir de la derecha para sellar el fin del kirchnerismo. Allí se presentó Carrasco para convertirse en el loquito.
A todos nos gusta llamar la atención, destacarnos en lo que hacemos.Para mi fue muy gratificante que me invitaran a “Café las palabras” y que Juan Pablo Varsky recomendara mis post en su programa de radio. Aclaro esto porque al sentirme reconocida tal vez puedo hablar despejando sospechas de competencia. Mi temor, que no quiero personalizar en Carrasco a quien no conozco, es caer en la tentación de resucitar , desde nuestro minusválido lugar de blogueros, nuevamente la política entendida como una suma de escándalos. No quiero blogueros que sean el equivalente de “Quebracho” en la web. ¿Se acuerdan que los militantes del “Quebracho” en los noventa transformaban la política en vandalismo y que desde esas acciones hacían propaganda política para salir en los medios? Ellos medían su influencia política en relación a la cantidad de veces que eran invitados al programa de Grondona.
Como periodista escribí en varios medios sobre el hartazgo que me provoca la estética del yo. Poetas mirándose el ombligo, dramaturgos preocupados por imponerle sus obsesiones vanguardistas a un público acrítico. Los blog son presa fácil de este estilo. Carrasco sometió a sus lectores a las minucias de su vida personal (¿qué me importa a mi que la mina que te gusta no te de bola? ) y desde allí buscó generar un escándalo mediático que se parece demasiado a la farandulización de la política: se ventilaron chismeríos, se generó un duelo de telenovela. En el fondo sólo hay un gran ego satisfecho porque todos parecen haber respondido disciplinadamente a su propósito. No se puede negar que el provinciano es astuto.
Imponer un deseo individual, personal y privado a un entono es un acto autoritario. No me importa si en esta oportunidad sirvió para poner en ridículo a un impresentable como Leuco. Yo a este tren no me subo. Para mi no se construye nada desde ese egoísmo. Algunos buscan con su blog y sus escándalos armarse un kiosco como cualquier vedette de turno. Yo no quiero resignar la excepcionalidad de esta época maravillosa que nos toca vivir en las estupideces de un ego que no pasó por la terapia.
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Escribe un militante de Quebracho. Humildemente me gustaría hacer un breve y puntual comentario. Lamento no saber qué papel jugaba la escritora en lo que llama "la política" de los años 90. Por otro lado ¿a qué se refiere con “la política”? No sé si recordará, pero, por entonces, muy pocos entre millones de personas que se puedan decir cercanos o parte del pueblo hacían política. Los 90 fueron años negros (como tantos). Y un grupo de jóvenes dijeron basta ante la anestesia neoliberal, ante el conformismo de la clase media satisfecha, ante las poderosas construcciones (de consensos, de mentiras, de circo y entrega) desde el gobierno Menem.
ResponderEliminarEse grupo de jóvenes (y no había mucho más que eso que quería decir basta y gritaba que estábamos viviendo una mentira, que pronto estaríamos pagando la fiesta neoliberal) apelaba, es cierto, a lo radical -a lo que era radical por entonces (hoy cualquiera corta una calle o tira una valla cuando por entonces iba preso. A fines de esa década, cortamos por primera vez el Puente Pueyrredón, 50 de nosotros... ¡50!)- y por eso fuimos catalogados de locos (la autora dice también despectivamente “vándalos”).
Pero acaso ¿no tenían razón? Hay que recordar. O no hay que olvidarse.
Y por otro lado, volviendo a la primera pregunta: ¿acaso la política de “los políticos”, las prácticas de “la clase política” de la década del 90 no era esa sí una política “vandálica”, acaso no entregaron casi íntegramente el patrimonio de todos los argentinos? ¿Acaso no hicieron su fundamental aporte para consolidar la pobreza estructural que hoy ningún político (valga la efeméride: exactamente los mismos que por entonces) quiere (y por lo tanto no puede) transformar en dignidad humana? Me parece que debemos tener menos prejuicios y dejar de conocer la realidad a partir de la realidad social que construyen los medios de comunicación masivos.
En la nota, finalmente, al menos en la brevísima referencia al MPR Quebracho, la autora apela a la reducción, a la mutilación de la realidad que demuestra no conocer (¿querrá conocerla? Nota al pié de página: la documentación al respecto está amplia y fácilmente disponible en diversas fuentes) diciendo que esas acciones que protagonizamos tan llenas de dignidad, que hoy millones aprobarían, fueron “propaganda política” (repudio a Clinton, al FMI y a otros representantes del imperialismo, reclamos por nuestra soberanía sobre Malvinas, cortes de calles y puentes, reclamos por mejoras en barriadas populares, lucha contra la LES, por la recuperación del petróleo, la marcha n° 100 de los jubilados junto a Norma Plá reclamando por el 82% móvil, etc.etc.).
Es, como dijimos, una brevísima referencia, pero una referencia que creemos necesario refutar, dado que contiene una densísima significación prejuiciosa respecto no sólo a nosotros sino al movimiento de resistencia contra el neoliberalismo en general, basada en la falsedad construida por los enemigos del pueblo de ayer y hoy.
Facundo:
ResponderEliminarMi intención no fue ni ofenderte a vos ni a ningún militante de Quebracho. Yo soy de La Plata,un territorio fuerte en cuanto a la organización de Quebracho y creo que en ese espacio siempre hubieron compañeros y compañeras valiosos. Lo que les discuto ( y esta era una discusión que recorría en los noventa todo el espacio de la militancia universitaria y de derechos humanos donde yo me movía) es esa estrategia de realizar un acto que la derecha pudiera interpretar o rotular como delictivo para salir en los medios y así tener visibilidad como militantes. Buscar el la televisión la legitimación de la acción era un acto de propaganda política y yo no coincido con esos métodos porque dialogan perfectamente con la política mediática o virtual que fabricaba candidatos tan destructivos como De la Rúa.
Por supuesto, Facundo, que los vándalos son ellos, los que vendieron el país, los que dejaron sin trabajo a millones de personas. Esos son nuestros enemigos. Yo simplemente busco advertir sobre procedimientos que frivolizan la política para no convertirnos en el estereotipo que ellos crean en su discurso.