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Voy a escribir desde una sensación que intentaré racionalizar a lo largo del post. No me cayó para nada bien el episodio que protagonizó esta semana el bloguero Lucas Carrasco. Para ser sincera me cayó bastante mal y desde este malestar me propongo discutir algunas cosas que, tal vez, para muchos tendrían que quedar puertas adentro del universo bloguero.
Me sumergí en este maravilloso mundo de los blogs después del conflicto entre el gobierno y las patronales rurales. En Carta Abierta duré un mes en el que fui hiperactiva en la comisión de medios pero los tiempos de mis compañeros no eran los míos y busqué otros rumbos. Durante esta etapa en la web se desarrolló un lenguaje al que los intelectuales de Carta Abierta deberían prestarle más atención porque tiene una capacidad de llegada más intensa, sin dejar de lado la posibilidad de un análisis original.
Desde el comienzo del conflicto con la 125 entendí que había que realizar una intervención a nivel comunicacional. No se trataba sólo de informar y de procesar esa información, como claramente es necesario y urgente hacer, sino de convertir esa tarea en una intervención política y comunicacional que impacte y, desde su fuerza fáctica, vuelva comprensibles y palpables procesos que suelen quedar restringidos a l ámbito militante o al universo de los especialistas. . “6,7,8” es una intervención porque no sólo confronta, discute, debate, genera pensamiento sino que obliga a sus periodistas a poner el cuero a posicionarse y desde allí a confrontar directamente con otros periodistas, a evidenciar el detrás de la escena, a poner en crisis el concepto de objetividad.
Desde esta perspectiva el post de Carrasco fue una intervención. Dejó en claro con una impronta masiva, algo que muchos sabíamos: que el discurso de la derecha sobre el kirchnerismo y los medios es falso, que responde a una gran ficción que ellos construyen y repiten con la certeza de que existe un importante sector de la población que se lo cree. El discurso instala un miedo que no tiene una validación real pero que busca convertirse en real a partir de la ausencia de pensamiento. Si repito sin pensar le creo a Magdalena, a Leuco y a Grondona. Es fácil demonizar a Guillermo Moreno, a Hugo Moyano, a Luis Delía. Los medios se apoyan en los prejuicios clasistas y raciales, en el gorilismo, en la incorrección política. Nadie sabe como son estos personajes en realidad porque la inmensa mayoría los conoce por lo que los medios dicen de ellos y siempre existe la posibilidad de que esa personificación sea cierta. Pero cuando un terrible boludón como Leuco llora frente a las cámaras por un blog extremadamente burlón de un muchachito de provincia carente de poder, cuando el propio Leuco decide darle entidad a ¡un bloguero! la mentira se vuelve tan evidente que ya casi adquiere el valor de indiscutible. La intervención Carrasco demostró para todos aquellos que no querían o no podían verlo que las amenazas del kirchnerismo a los periodistas eran absolutamente falsas. De haber existido amenazas reales, com posibilidad de hacerse efectivas, jamás se habrían aferrado a semejante pavada.
Si fuera buena y conciliadora me quedaría con este aspecto positivo del post de Carrasco y aquí se terminó todo pero hablé al comienzo de este texto de mi malestar.
Tendríamos que ser demasiado ingenuos para negar la llamativa necesidad de protagonismo del bloguero provinciano (yo también soy provinciana que no se lea como peyorativo). El chico no quiere llamar la atención de su amada, ni levantarse minas, el chico quiere salir en los medios, tener popularidad y es claro que viene pensando estrategias para ser el bloguero estrella. A comienzos de este año me avisaron que había escrito un post tira bombas contra “6,7,8”. Fue la primera y última vez que leí su blog, me pareció una puesta en escena total. Queda demostrado que mi percepción no fue errónea porque cada vez que Carrasco va al programa de la televisión pública no pone sobre la mesa las supuestas diferencias que tiene con los panelistas. Carrasco no se proponía criticar a “6,7,8” sino generar revuelo. Muy bien, el chico se puso a pensar qué hacer para provocar escándalo y enfocó la mira en el objetivo, en el deseo máximo de la derecha: que asome un loquito K que reinstale el mito del guerrillero, que aparezca un muerto, un mártir de la derecha para sellar el fin del kirchnerismo. Allí se presentó Carrasco para convertirse en el loquito.
A todos nos gusta llamar la atención, destacarnos en lo que hacemos.Para mi fue muy gratificante que me invitaran a “Café las palabras” y que Juan Pablo Varsky recomendara mis post en su programa de radio. Aclaro esto porque al sentirme reconocida tal vez puedo hablar despejando sospechas de competencia. Mi temor, que no quiero personalizar en Carrasco a quien no conozco, es caer en la tentación de resucitar , desde nuestro minusválido lugar de blogueros, nuevamente la política entendida como una suma de escándalos. No quiero blogueros que sean el equivalente de “Quebracho” en la web. ¿Se acuerdan que los militantes del “Quebracho” en los noventa transformaban la política en vandalismo y que desde esas acciones hacían propaganda política para salir en los medios? Ellos medían su influencia política en relación a la cantidad de veces que eran invitados al programa de Grondona.
Como periodista escribí en varios medios sobre el hartazgo que me provoca la estética del yo. Poetas mirándose el ombligo, dramaturgos preocupados por imponerle sus obsesiones vanguardistas a un público acrítico. Los blog son presa fácil de este estilo. Carrasco sometió a sus lectores a las minucias de su vida personal (¿qué me importa a mi que la mina que te gusta no te de bola? ) y desde allí buscó generar un escándalo mediático que se parece demasiado a la farandulización de la política: se ventilaron chismeríos, se generó un duelo de telenovela. En el fondo sólo hay un gran ego satisfecho porque todos parecen haber respondido disciplinadamente a su propósito. No se puede negar que el provinciano es astuto.
Imponer un deseo individual, personal y privado a un entono es un acto autoritario. No me importa si en esta oportunidad sirvió para poner en ridículo a un impresentable como Leuco. Yo a este tren no me subo. Para mi no se construye nada desde ese egoísmo. Algunos buscan con su blog y sus escándalos armarse un kiosco como cualquier vedette de turno. Yo no quiero resignar la excepcionalidad de esta época maravillosa que nos toca vivir en las estupideces de un ego que no pasó por la terapia.