viernes, 9 de julio de 2010

Pertenecer al Club


En octubre del 2008 Vicente Palermo me invitó a la reunión inicial del Club Político Argentino. Mi curiosidad y mi pasión política me llevaron a aceptar la invitación aunque debo confesar que una vez instalada en el Palacio San Miguel tuve un poquito de miedo. La experiencia fue positiva porque pude darme el gusto de decirle a unos cuantos indeseables de la política algunas cositas que había acumulado durante años y lo mejor de todo fue que no pudieron mandarme a pasear (como hubieran querido) ya que participar de esa reunión implicaba cierta muestra de confianza de los fundadores del club.

Aquí comparto con ustedes algunos de mis apuntes de aquellos días donde transitábamos horas arriesgadas para el proyecto político kirchnerista.



Los debates parecían una reliquia, propia de una épica que, para muchos, es tan inconveniente como exagerada. Sin embargo, tal vez por primera vez desde el retorno de la democracia, los intelectuales y los políticos se acercan visiblemente y comienzan a entender que es necesario pensar conjuntamente la
política.
Se podría aventurar que el modo de instalar el discurso político que se observa en Cristina Fernández, donde lo histórico, las bases ideológicas, se articulan con los sucesos de la coyuntura, demanda una exigencia mayor al momento de adentrarse en el barro de la política.
Tal vez así lo entiendan algunos dirigentes de la oposición, aunque no se animen a confesarlo en público, que se acercaron el sábado 4 de octubre al Palacio San Miguel para acompañar la primera reunión del Club Político Argentino (C.P.A)
Una definición no autorizada diría que el C.P.A. surge como una respuesta a Carta Abierta. Mientras que el grupo de intelectuales que se reúne en la Biblioteca Nacional brinda un apoyo crítico al gobierno de Cristina Fernández, el C.P.A funcionaría, por más que sean esquivos en sus pronunciamientos, como una suerte de refugio intelectual de la oposición
Para Vicente Palermo, Pepe Eliaschev y Sebastián Katz, entre otros convocantes, la densidad política que buscan conferirle al debate, pasa por la construcción de ciudadanía. Claro que utilizar esta expresión y no preocuparse por historizar las razones por las cuales esa ciudadanía se encuentra despolitizada, le la cierta
opacidad a su diagnóstico. Porque no alcanza con hablar de retraimiento, palabra cara a los documentos del C.P.A., sino de entender que esos sujetos preocupados exclusivamente por sus intereses, son el combustible perfecto para crear un cacerolazo profundamente político.
Es decir, para Gabriela Michetti, Federico Pinedo y Patricia Bullrich, algunos de los políticos que se acercaron al encuentro del C.P.A., la despolitización de la ciudadanía es la condición de posibilidad de su existencia política. Tanto en el PRO como en la Coalición
Cívica la política está ausente, entendida como identificación de conflictos, como tensión de intereses, como creación de condiciones objetivas nuevas, como la instalación del pensamiento en el plano de lo histórico, como transformación de la sociedad.
Los recorre, trágicamente, el fantasma de la Alianza.
Esa vuelta a lo político que se celebra a partir del gobierno de Néstor Kirchner tiene que ver, en gran medida, con la recuperación del espacio público como escenario para debatir las cuestiones de estado. También con el abandono de una política signada por la imposibilidad donde toda medida
institucional que buscara brindar soluciones a la vida de los sujetos era desestimada como utópica. Los Kirchner recuperaron una política de la acción que abre el juego al protagonismo de los sujetos y reconstruye la capacidad del estado para brindar soluciones. La oposición ofrece un catálogo generoso de imposibilidades. Para ellos es inviable ponerle retenciones a las exportaciones, aumentarle los salarios a los docentes, re estatizar aerolíneas, ocuparse de las jubilaciones, pagar las deudas. Lo extraño es que con esa política de la imposibilidad logran instalar dudas en la ciudadanía y torcerle el brazo, en algunas oportunidades, al oficialismo.
El conflicto, esa instancia que es vista como señal de debilidad y de caos, que es relatada como una figura insoportable para la retórica opositora, no es más que un signo de la valoración de la política. El problema es que el C.P .A. hace una sutil diferenciación entre el conflicto de intereses y
el conflicto de identidad, como si en la realidad que atraviesa toda América Latina fuera posible esta diferenciación. Aquí se presenta una relación con lo real un tanto confusa, que los hermana con algunas apreciaciones de la Coalición Cívica. Si la realidad no es aquello que nosotros queremos, insertamos en ella un diagnóstico falso para que la acción del kirchnerismo se vea distorsionada.
El problema que enfrentan es que la realidad no responde a sus predicciones sino a una capacidad de acción que siempre parece estar del lado del peronismo.
En América Latina toda decisión política que implique independizarse (aunque más no sea tímidamente) de los intereses de las corporaciones, generará un conflicto de identidad. Evitarlo sería negar, no hacer visibles los caminos que hacen posible el consenso. Los acuerdos que se realizan sustrayendo
lo esencial de una confrontación son inconsistentes. Eludir el conflicto identidad es hacer una política obediente a las encuestas. Porque no es aquí el abismo del conflicto lo que genera tanta literatura. ¿O acaso no fue mucho más extremista reducir los salarios y las jubilaciones en un 13%?
Durante la contienda con el sector agropecuario los integrantes de la Mesa de Enlace desplegaron una serie de estrategias para instalar ese clima destituyente que niega el C.P.A.La amenaza del hambre hacia toda la sociedad fue su principal mecanismo. Demostraron que: Pueden dejar sin alimentos a la población, aumentar los precios, hacer tambalear la fuente laboral de miles de personas, influir sobre la clase media, desabastecer de combustible, bajar las ventas de los comercios, perjudicar el turismo. Además de amenazar con posibles corralitos e incentivar la compra histérica de dólares. Es decir, la economía puede estar en sus manos, pueden transformar el panorama político económico de un país más allá de la estructura económica que haya armado el gobierno y encima se dan el lujo de sostener un paro por tres meses. Evidenciaron que son un factor de poder que puede actuar en el sentido foucaltiano, tautológico del término, como un sector, casi equivalente al poder estatal mismo. ¿A esto llamará el C.P.A. “el legítimo intento de impugnar y discutir el contenido de sus políticas?”
Lo que sorprende es que los dardos que el C.P.A. dispara contra el kirchnerismo apuntan a una crítica sobre la politización de la política.
En todo esto se respira cierta apología del olvido. Si el exceso de memoria puede llegar a tener consecuencias regresivas, el rechazo y la descalificación ante cada articulación de lo coyuntural con lo histórico que realiza Cristina Fernández, pretende no tanto defender la singularidad de los hechos, sino vaciarlos de contenido porque las pruebas y los razonamientos que este mecanismo implica, pueden atentar contra la sustracción, ese procedimiento que todo lo vuelve tan fácil. Tan carente de conflicto, tan neutral. Si después de todo sólo se trata de una presidenta soberbia y un marido testarudo.
En esa despolitización se funda la concepción de objetividad que la oposición exhibe como garantía de verdad. Lo que ellos entienden como objetividad son los hechos despojados del factor político que les da un sentido en la historia.

2 comentarios:

  1. Aterra a ahistoricidad de "la oposición", un discurso que no se ancla en ninguna parte salvo en los mitos como "el campo", "el 82% movil", "el granero del mundo", etc. Quizás hace lo que más le conviene porque pelearle a un mito desde la razón es complicado, más si está relacionado con expectativas de mejora de haberes, paz social, etc.

    Al kircherismo le falta una política hacia quienes han mejorado su situación, así como la AUH ha tenido un éxito notable entre los que estaban excluídos y es lamentable que la otra opción política que exista ante un "indeseable" conflicto sea justamente eliminar a la política.

    Me parece que esta es la pelea, ampliar el terreno de la acción política versus los que quieren acorralarla.

    Saludos

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  2. Néstor:

    Yo también creo que el gobierno está a mitad de camino en relación a un discurso que logre llegar a los que se han beneficiado con su política. Igualmente creo que desde 678 se ha avanzado mucho. El periodismo se convirtió en un espacio de batalla política desde la oposición y el gobierno debía contrarrestarlo de algún modo. Por otro lado es necesaria la calle, crear cuadros políticos que estén en el lugar de los hechos dando respuestas a problemáticas como la que tuvo lugar en la ciudad de Buenos Aires en esta semana con a muerte de un bebé de 25 días. El kirchnerismo demostró que es la propuesta más eficaz a nivel acción y tiene que profundizar esta línea estando más en el lugar de los hechos.

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