domingo, 8 de noviembre de 2009

El imperio de la política





La discusión por la reforma política, vuelve a instalar la importancia de los partidos para la práctica política. Durante los años noventa vivimos la explosión de personalidades mediáticas, la afirmación que para hacer política sólo bastaba construir una buena imagen y dar bien en la televisión. Con la caída de Fernando De La Rúa también se derrumbó esta certeza pero la sociedad tardó bastante en asimilarla. Principalmente por el desencanto de la política, por el hartazgo de ciertos liderazgos. Pocos fueron capaces de reconocer que esta política personalista era la responsable de la desilusión. En la mayor parte de los casos este fenómeno se presenta como una consecuencia.
La aparición de numerosos partidos en los años noventa fue un síntoma de la incapacidad para trabajar el conflicto político. Nadie aquí está haciendo apología del bipartidismo pero el surgimiento de espacios como el Frente Grande hablaban de una incapacidad para trabajar hacia el interior del peronismo el sisma ideológico que significó el menemismo. Desarmados de identidad, Chacho Álvarez y su grupo de los ocho, crearon una fuerza nueva. Aclaremos que la Argentina por ese entonces no era bipartidista. Existían numerosos partidos de izquierda que no tenían mucha influencia electoral pero sí una identidad clara. Pertenecer al PC o al Partido Socialista significaba no sólo la adhesión a un sistema político sino a un modo de vida, de pensamiento. Lo mismo ocurría con la desaparecida UCEDÉ.
La novedad era que espacios como el Frente Grande carecían de identidad. Se definían por su oposición al menemismo al extremo de desaparecer cuando él dejó de existir. Se proponían hacer lo mismo pero sin corrupción. Lo que expresaban era la imposibilidad de dar batalla hacia el interior del peronismo. La experiencia de Proyecto Sur fue similar. Fernando Solanas se fue del Frente Grande porque allí no podía satisfacer su necesidad de protagonismo. El problema de estas fuerzas es que no construyen sino que ante cada conflicto interno se da la alternativa de la ruptura. De este modo se multiplicaron partidos minúsculos que eran fracciones, expresiones cada vez más concisas de una fuerza política que parecía haberse quedado con su matriz. La política se volvía cada vez más específica y se diluía. Esa combinación entre no poder resolver los conflictos internos y la tentación rupturista ante cada diferencia, minó los componentes más importantes de la política. A su vez debilitó una idea más global.
El nivel de confrontación que presentó el kirchnerismo muestra la necesidad de entrar a la contienda política con partidos más sólidos pero, a su vez, la dinámica que tendrán esos partidos si se aprueba la reforma política tendrá que ser, necesariamente, más flexible. No podemos imaginarnos ahora una obediencia partidaria como la de los años ochenta porque vemos que frente a situaciones puntuales, se pueden establecer alianzas muy distintas.
Lo positivo sería pensar que con esta reforma se podrán poner al descubierto las bases ideológicas de las acciones de todos los días. Creo que se va a ideologizar la política.
Partidos como el PRO tienen un discurso sustentado en generalidades. De hecho su nombre no es ni siquiera una palabra sino un prefijo sin significado, algo incompleto. Cualquiera que tenga una mínima noción de teoría política podrá ponerle nombre a las acciones del PRO, pero nuestra sociedad está profundamente despolitizada , en gran medida por estas prácticas personalistas, entonces es posible que alguien como Gabriela Michetti hable desde la buena onda, la no agresión, es decir, se muestre como una señora que juega a la canasta y se lleva bien con todo el mundo y no como alguien que entra en la correlación de fuerzas de la política ,y mucha gente le crea.
Muchos sostienen que la reforma política favorece el bipartidismo. Creo que la pregunta tendría que ser: ¿por qué, después de las profundas crisis casi terminales que sufrió la UCR no surgió ninguna fuerza política que pudiera ocupar su lugar? Podríamos contestar que porque siempre conservó su estructura de partido. Hay una identidad que se mantiene y hubo un combate ideológico entre la socialdemocracia alfonsinista y el alvearismo del resto que siempre se dio hacia el interior del radicalismo. El Acuerdo Cívico y Social es, por ejemplo, un frente absolutamente amorfo. Ellos dicen referenciarse en el Frente Amplio Uruguayo y en la Concertación Chilena pero se parecen proco y nada. Se trata de un frente que diluye la ideología diciendo que no hay divisiones entre izquierda y derecha o que si existe no importan porque se puede acordar igual, lo que no es cierto porque ser de derecha o de izquierda en la Argentina implica divisiones irreconciliables. La estrategia de desideologizar para atrapar a un electorado más extenso ha sido muy contagiosa. La aplica el PRO, el Peronismo Disidente, el Acuerdo Cívico y Social. Ni que hablar del ARI y la Coalición Cívica que cambiaron sustancialmente de pensamiento de un modo tan repentino que hasta sus propios militantes se enteraron tarde.
Otra posibilidad sería pensar si con esta reforma no se cumplirá el sueño de Chacho Álvarez de que en la Argentina las diferencias dejen de pensarse en términos de peronismo y anti peronismo y comiencen a ser planteadas, como en muchos otros países, bajo la dicotomía de izquierda y derecha. Tal vez esta reforma le ponga un freno a esa especulación tan difundida de querer peronizarlo todo para ganar una elección. El peronismo tendrá su momento para resolver su interna. De Narváez y Mauricio Macri o se meten en el peronismo y tratan de discutir qué es ser peronista o arman un partido que no será peronista sino una expresión definida de la derecha.
La reforma política apunta cierta previsibilidad. A darle otra entidad a una ruptura.
Alguien me podrá contestar que la reforma política propiciará más las alianzas. Es verdad pero tendrán que tener la identidad de partidos porque, de otro modo, no podrán sostenerse en el tiempo.
Insisto: la despolitización es la gran estrategia de la derecha para imponer el ajuste. Un candidato como Francisco de Narváez que se instala en la política porque tiene plata y medios que lo propagandizan pero que carece de un sustento ideológico ¿qué va a hacer si llega a un cargo ejecutivo? Lo que las corporaciones le digan porque él no tiene un proyecto propio. Y lo peor de todo es que esas clases de discursos se muestran como un absoluto, no como una parcialidad y tienen una gran aceptación en la ciudadanía. Son claros, son tranquilizadores, no hay que esforzarse para entenderlos
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1 comentario:

  1. No se si se va a ideologizar la política pero si que se van a instalar reglas claras para la participación. Además de la reforma la política tiene que recuperar terreno frente al arrasamiento antipolítico que impide pensar los temas desde una perspectiva transformadora en lugar de las "soluciones" aparentemente desligadas de los conflictos de intereses.

    Yo apoyo la reforma y espero que el debate se de en términos más interesantes que el de un piso electoral.

    Saludos

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