domingo, 15 de noviembre de 2009

Confesiones políticas





Por Alejandra Varela

En esta semana vimos una vez más como la calle vuelve a ser un espacio protagónico dentro de la política argentina. El discurso mediático busca descalificar las acciones que se dan en el espacio público y lo hace bajo el nombre de caos. La palabra caos simplifica pero a su vez busca significar que si la calle es tomada por los movimientos sociales algo en el orden institucional ha perdido el control. Que la gente salga a la calle significa para ellos que los conflictos sociales son cada vez más graves. Lo que me llama la atención de este discurso es que se parece mucho a las proclamas de la izquierda. Cuando cursaba la Facultad en los años noventa estaba cansada de escuchar que cada piquete, cada marcha estaba a un paso de voltear al gobierno de Carlos Menem. El riojano se mostraba vivito y coleante pero ese modo de agitación política era un gesto que la izquierda llevaba en su naturaleza y no podía (ni puede) desprenderse de él. Hoy parece que los medios de comunicación ( que han hecho de la propaganda política una bandera y que funcionan como el factor unificador de una derecha cada vez más dividida y enemistada entre sí) se valen de este recurso de la militancia de izquierda.
Yo me formé políticamente en la izquierda y cada vez estoy más alejada de las prácticas organizativas y metodológicas de ese sector. Como otras generaciones vivo desde la aparición del kirchnerismo esa necesidad de “volverme peronista” por la sencilla razón de que la izquierda nunca ha sabido pararse frente al peronismo. Cuando hoy veo a los sectores que lideran Raúl Castells y Alderete pedir la anticipación de las elecciones presidenciales me resuenan esas consignas con las que me crié en mis épocas de militancia adolescente donde voltear a un gobierno era el objetivo principal. No importaba quien venía después, no importaba que sectores pudieran capitalizar ese estado de convulsión social, la izquierda se siente protagonista si opera frente a un gobierno que considera desgastado y para eso se alía con los sectores más reaccionarios. ¿Cuál es la función de la izquierda entendida desde este lugar? ¿No son demasiados los años de fracasos como para hacer una mínima autocrítica e intentar cambiar? ¿En qué libro de análisis de situación vieron escrito que todos los gobiernos son iguales? ¿Acaso Karl Marx o Antonio Gramsci no era sutiles analistas que observaban los matices de cada etapa política?
La izquierda ha perdido la dimensión de una política realista donde, en base a un análisis de correlación de fuerzas, se intenta modificar y cambiar la realidad pero entendiendo, como explicaba Max que los hombres (y la mujeres) hacen la historia pero bajo condiciones que no manejan, por lo tanto no podemos esperar el ideal, no podemos desacreditar acciones políticas como la estatización de Aerolíneas o las AFJP porque en realidad el gobierno esconde malas intenciones. ¿En qué texto marxista se propone analizar la política desde las intenciones? ¿Acaso los más brillantes teóricos de la izquierda no sabían mejor que nadie que la política es sucia? El peronismo no es sólo el hecho maldito del país burgués, es también una experiencia inentendible para la izquierda. Frente al peronismo la izquierda se vuelve gorila. Hace unos días en un grupo de google llamado Diálogo K, en el que yo participo se discutía si se puede ser kirchnerista sin ser peronista. Lo que yo siento por estos días es que el peronismo es el destino inevitable para todos aquellos que defendemos una política que mejore la vida de la gran mayoría de la población. El peronismo ha sido y volvió a serlo con los Kirchner, el único partido capaz de materializar en acciones políticas esos proyectos que sólo existían en consignas, en abstracciones, en declaraciones de principios. El lugar que el peronismo le dio a la acción, a la idea de hacer (“mis obras nacen”, decía Eva Perón fue inédita. Evita no es sólo un mito. Era una mujer que comenzaba a trabajar a las siete de la mañana y terminaba a las cuatro de la madrugada. La Fundación Eva Perón fue un ejemplo de eficiencia, de acción donde el eje ordenador era la certeza de que para el pobre siempre la solución llegaba tarde y que, por lo tanto, todo era urgente, siempre había que apurarse. Cristina Fernández, sin el carisma de Evita pero tan odiada por la oligarquía como ella, intenta acercarse a un modo político donde el hacer confronta con esa ola destructiva, descalificadora que hermana a la izquierda y la derecha argentina. Hay que voltear a este gobierno, es la consigna de la izquierda prehistórica para cumplir con el sueño de la derecha, para retroceder a un mundo para pocos. ¿Acaso no sabe la izquierda, no sabe Castells que si el gobierno de Cristina Fernández fracasa no vine el Che Guevara sino Hugo Biolcatti?
La izquierda encuentra su razón de ser en el caos y uso esta palabra mediática porque justamente es lo que intentan generar en su modo de tomar la calle. Hacer ruido, crear confusión, inventar que el gobierno no hace nada. La izquierda ha vivido durante mucho tiempo de provocar escándalos que le dieran un lugar mediático. Hacer acciones para la televisión fue su estrategia casi excluyente durante los años noventa. La izquierda ancestral también necesita de la restauración conservadora para seguir existiendo porque el peronismo la diluye. La debilita en esa zona donde tendría que ser más fuerte que él: la acción, la búsqueda de soluciones, el contacto con los sectores más desposeídos.
Pero como nada es fácil también creo que el peronismo guarda en su aparato partidario figuras aterradoras. Las declaraciones de Belén hablan de la necesidad de darle un nuevo sentido a la palabra peronismo y de las complejas luchas que siempre se dieron en su interior. Por otro lado tanto Martín Sabbattella como el trabajo realizado por la CTA hablan de otra izquierda capaz de construir políticas nuevas, de llevar las ideas a la acción, de ganar algunas batallas políticas soñadas.

2 comentarios:

  1. Artemio López en un post de hace unos días califica a Castells y Alderete como lúmpenes, desclasados a los que la asignación familiar univeral los descoloca y obliga a salir para que no los dejen afuera porque si el Estado comienza a hacerse presente el papel de las organizaciones sociales entra en debate. Yo agregaría además que ambos son aliados históricos de la SRA y en el caso de Castells de Duhalde.

    Más allá de alianzas, en general la izquierda es conciente de que es minoritaria y que un cambio de gobierno no va a ser la revolución pero en esa praxis radical está su política de acumulación. No son alternativa de gobierno y ni siquiera son la conciencia critica del sistema político. Pueden llegara tener cierta inserción gremial o estudiantil pero son solamente testimoniales, una elección politica válida pero limitada.

    En el peronismo se juega una opción por el poder y el precio a pagar alli (uno de ellos) es meter las patas en el barro y asumir los vaivenes que la lucha política depara persiguiendo una vocación mayoritaria. No te van a gustar mucas cosas, pero a diferencia de lo que alguna gente piensa el debate es bastante más amplio que en otras opciones políticas.

    Saludos

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  2. Yo creo que la izquierda más que testimonial pasa a ocupar un lugar nefasto, boicoteador, carente de ideas y desetabilizante. Mientras Cristina Fernádez anunciaba la asignación universal ellos ya estaban protestando. El peronismo siempre los deja en un lugar que los desconcierta y ellos copias de la derecha la estrategia de negarlo todo.

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