domingo, 2 de enero de 2011

Decir la verdad


La verdad, el decir la verdad en el espacio público, sea en representación del estado o en la tribuna mediática, se ha vuelto un tema cada vez más importante. En especial porque en nuestros días decir la verdad implica consecuencias pero también porque vivimos una época donde todos los discursos no son tolerables y la identificación de la verdad se vuelve una necesidad definitoria en nuestra conformación como país.

En los noventa preguntarse cuál era la verdad parecía un ejercicio inútil. La posmodernidad nos hablaba de interpretaciones absolutamente relativas donde la verdad, como efecto totalizador no sólo era imposible sino ridículo. Esta ideología volvía aceptable cualquier discurso y nos acostumbró a un alto nivel de permisividad frente a la mentira.

En el decir la verdad lo que importa es lo que esa verdad genera en quien la escucha. Su efecto de realidad. Hoy se trata de decir la verdad sobre el país para convertirnos en lo que queremos ser. Numerosos discursos de finales de 2009 hablaban de recesión, caída del empleo, muchos decían que el gobierno no enfrentaba la crisis. Esa insistencia en el desastre, ese deseo de volver a las malas épocas encierra una estrategia, desde diferentes sectores de poder, de convencer a la ciudadanía de que cualquier prosperidad es ilusoria.

La suspensión de tecnópolisis va en este sentido. Mostrar el desarrollo tecnológico que alcanzó nuestro país en estos últimos siete años es demasiado peligroso para alguien como Mauricio Macri y las ideas que él representa torpemente. Es una demostración de capacidad que se habría difundido de forma masiva. Es mucho lo que se oculta sobre la inversión y el desarrollo tecnológico que viene realizando el kirchnerismo ¿qué pasaría si un público tan numeroso como el que salió a festejar el Bicentenario se encontrara con semejante sorpresa?

Pero también me interesa pensar al receptor de la verdad porque no todas las personas aceptan la verdad o se animan a hacer algo con ella.

Lo inédito de estos últimos años es que las personas que asumieron el riesgo de decir la verdad ocuparon el rol de presidentes. Especialmente en el caso de Cristina Fernández a partir del conflicto con la patronal rural, su decisión de persistir en la verdad se convirtió en un esfuerzo de maduración para toda la sociedad argentina que recién ahora está dando sus frutos. Ese parto por cesárea del que habla siempre Elisa Carrió tal vez haya ocurrido en esa primera mitad de 2008, cuando la Presidenta toma una decisión crucial: hace prevalecer las convicciones por encima de la conveniencia y el pragmatismo (recordemos que la cadena de medios privados le ordenaba las veinticuatro horas del día que cediera ante la mesa de enlace) y por otro lado asume con determinación y con todas las dificultades que eso conlleva, una larga travesía hacia la defensa de la verdad que se abre como un rizoma en la ley de medios y el caso papel prensa, para florecer con contundencia el día de las exequias de Néstor Kirchner. La muerte de Kirchner tiene ese valor real y simbólico de lo costoso que resulta llegar a la verdad. Cuesta la vida. Ese momento donde el director de la sociedad de morteros le dice a Cristina y a todo el pueblo argentino esa frase que estallo en el llanto de la presidenta y de muchos de nosotros: “Desde que llegó Néstor Kirchner a la Rosada no se remataron más campos en la Argentina”, sintetiza de una manera tan perfecta como a veces lo logra el azar de la historia, ese camino hacia la verdad que se vuelve más empinado porque muchas personas de a pie, se resisten a transitarlo.Escribí por ese entonces, y lo repito ahora que no sólo estaba en juego la renta agraria sino nuestras subjetividades.

El discurso de los medios apela a una idea de transparencia sostenida en la simplificación. Ellos buscan un discurso cerrado que no dé espacio a la duda, donde todo tenga un nombre. De ese modo se vuelve fácil de asimilar y repetir para el sujeto que ha desechado la posibilidad de pensar. La verdad, por el contrario, es compleja y conflictiva. No siempre es sencilla de comprender a primera vista.

Elisa Carrió busca asumir un lugar similar al que ocupaban los adivinos en la Grecia Clásica:Estar entre aquellos que descifraban el oráculo pero, al señalar las calamidades que nadie quería escuchar, eran odiados por los reyes y ciudadanos. En realidad se podría hacer otra interpretación: al ser el oráculo tan oscuro las lecturas tenían poca argumentación. Lo que ocurría en realidad era que los dioses, que envidiaban a los hombres, buscaban adjudicarles destinos espantosos. En “Prometeo encadenado”, Prometeo juega a convertirse en oráculo prediciendo la caída en desgracia de Zeus. Aunque Prometeo está sufriendo la tortura se anima a desafiar al dios todopoderoso. Zeus manda a un mensajero para interrogarlo sobre la veracidad de sus predicciones. Lo que demuestra que cualquiera podía jugar al oráculo, que más que anticiparse al destino , lo que buscaban los adivinos era convencer, crear una desgracia que no estaba escrita en ningún texto sagrado.

La verdad implica un compromiso en la acción de quien la enuncia. Para un político en el ejercicio del poder decir la verdad y no sostenerla con la acción hasta las últimas consecuencias es casi suicida. Cuando se expone a la verdad queda entrampado en la necesidad de hacerla coincidir con su acción. Por eso es cínico el discurso que intenta convencer a la ciudadanía de que los Kirchner dicen una cosa y hacen otra. El político que sostiene una verdad está asumiendo un riesgo altísimo. Si la abandona toda su credibilidad se derrumba. El vínculo es hasta las últimas consecuencias. Nadie le pedía coherencia a Carlos Menem porque todos sabíamos que mentía. Como nadie esperaba nada de él, evitaba todo riesgo.

La verdad exaspera a quien la escucha. La verdad suele ser insoportable. Pero no es solo eso. A veces resulta insoportable que la verdad surja de la voz de aquel que ocupa el lugar desde donde siempre nos han mentido. Muchos intelectuales no soportan, por ejemplo, que las freses inteligentes vengan del gobierno .

Persistir en la verdad pudo llevar a Cristina Fernández a su derrocamiento. Pudo llegar ha destruir la condición de posibilidad de su propio poder.

Nosotros estábamos acostumbrados a la figura del retórico. Aquel que usa la palabra para persuadir, para convencer, para incitar actos, sin preocuparse por la veracidad que encierra. El retórico piensa en términos estratégicos, pragmáticos y deshecha las convicciones porque sólo se rige por la efectividad de su discurso. No siempre se puede unir la retórica con la verdad. A veces la verdad necesita de un discurso descarnado.

Me interesa exponer aquí otra idea de seducción. La seducción no es engañar, no es prometer y no cumplir, no es jugar al misterio sino arriesgarse. ¿Existe algo más atractivo que una persona que se juega, que asume hasta las últimas consecuencias una verdad?

viernes, 31 de diciembre de 2010

Gracias, compañera Presidenta por este año


Por supuesto que vamos a recordar a Néstor cuando la repetida ceremonia del año nuevo nos emocione como siempre.

Dijiste que había sido tu año más doloroso pero yo elijo recordarte bailando en la fiesta del Bicentenario. Nunca me gustaron las murgas y estaba cansada después de cuatro días de festejo así que justo en ese momento decidí irme pero un amigo me dijo: “Mirala a Cristina” y tuve que quedarme. Esa imagen es el negativo de tu llanto escondido en los anteojos negros los días del velatorio del compañero de toda tu vida.

Yo quiero agradecerte, compañera presidenta, no sólo porque desde el año 2003 somos muchos los que cumplimos nuestros sueños y vivimos también las cosas con las que nunca habíamos soñado. Sino porque tu ejemplo permanente de fortaleza e inteligencia , tu capacidad para enfrentarte al dolor y los agravios desde la racionalizad, la inventiva, la estrategia política, es el combustible más estimulante para intentar ser mejores, crecer como personas.

Gracias por hacernos sentir orgullosos todos los días

viernes, 24 de diciembre de 2010

Feliz Navidad


Gracias a todos los que me ayudaron a construir un año maravilloso

jueves, 23 de diciembre de 2010

Néstor, esta Navidad vas a estar en nuestra mesa


Gracias a vos millones de familias va a tener una mesa navideña repleta,millones de padres van a ser Papá Noel para sus hijos.

Gracias a vos Videla va a pasar la Navidad en la cárcel y todos los que llevamos a los treinta mil en el corazón vamos a sentirnos un poquito menos solos

Millones vamos a darle calor a Cristina en esta Navidad para que el vacío que dejó tu ausencia se llene un poco con nuestro amor (llenarlo del todo va a ser imposible)

Gracias, una ves más por enseñarnos a ser más valientes, a confiar en nosotros, a pelear hasta el final por lo que creemos justo.

Aunque los profetas del odio intenten arruinar una Navidad maravillosa nosotros haremos de tu nombre una bandera y la llevaremos flameando hasta la victoria

Feliz Navidad, Néstor, que el abrazo de los treinta mil te sirva de compañía.

domingo, 19 de diciembre de 2010

El suplicio


Nicolás Casullo habló de una culpa no asumida de la sociedad argentina en relación a la dictadura. El desaparecido podría pensarse como la víctima del sacrificio.
La iglesia católica no asume el sacrificio en la cruz como una transgresión al “no matarás”. Al no asumir esta transgresión lo que hace es naturalizar el Mal, estrategia que le resulta útil para propagandizar la tortura. Esa violencia de su mito fundador no está asumida como una transgresión sino como una norma que se reproduce a lo largo de la historia. Un claro ejemplo de esto es la película “La pasión de Cristo” de Mel Gibson que ha tenido la bendición del Vaticano.
“No cabe duda de que ese sacrificio consiste en un acto de dar la muerte, de que se trata de algo sangriento. Es una transgresión en el sentido en que ese acto de matar es, de hecho, un pecado.”
No es sólo la obra de un pueblo ciego que no sabe lo que hace. El dios padre lo manda la tierra para que cumpla ese sacrificio. La película de Mel Gibson le da una centralidad avasallante al acto de la crucifixión por encima de las acciones de ese Cristo hombre. No vino a la tierra a predicar, a revelarse, a proteger y defender a los humildes, vino a morir en la cruz. Esa es la bandera que sostiene el cristianismo para convencer a los fieles de que deben soportar todos los padecimientos como él lo hizo. Toma este argumento como norma para herir la carne, se trata de un acto deliberado.
“Para el cristianismo, no reconocer la santidad de la transgresión es un fundamento”
Lo que el sacrificio provocaba era la nausea. La película “La pasión de Cristo” es muy violenta, lo que impresiona es la violencia de los órganos del cuerpo despedazados, como ocurría en el sacrificio animal. Esta escena es la que no existe para nosotros hoy. Hay formas obscenas de sacrificio que nos alejan de la nausea como reacción inmediata, física.
“La experiencia contemporáneas invierte las conductas de piedad en el sacrificio.”
Hoy el sacrificio no provoca este sentimiento de piedad porque el horror está fuera de escena. No presenciamos el martirio físico pero si otra clase de suplicio, más ligada a lo moral que se ha naturalizado en los medios.
“Si hay prohibición es de una violencia elemental. Esa violencia se da en la carne.” A este espacio del propio cuerpo se traslada esa transgresión no asumida. La prohibición del “no matarás” que se transgrede en el sacrificio de la cruz, se asume en el cuerpo de cada fiel en relación al erotismo.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Una moral situada


Si el Kirchnerismo recuperó la idea de conflicto como un factor estructurante para hacer avanzar la acción política, la muerte de Mariano Ferreyra, los episodios de Formosa y de Villa Soldati llevan la contienda política a la confrontación del cuerpo a cuerpo. Dentro de esta lógica el que tiene las mayores posibilidades de perder es el más débil, es decir, los sectores desposeídos que reclaman por sus justos derechos. Los muertos son de un solo lado, lo que confirma esta certeza.

Durante los convulsionados 2002 y 2003, el “Colectivo Situaciones” afirmaba que el poder ( por ese entonces el gobierno de Eduardo Duhalde) quería llevarlos a la confrontación cuerpo a cuerpo porque eso ayudaba a terminar de demonizar al movimiento piquetero al mostrarlo como protagonista de una acción violenta. Ellos tenían en claro que debían evitar llegar a esa instancia y desarrollaron una serie de recursos de concientización política en sus militantes. Los primeros meses del gobierno de Néstor Kirchner no fueron sencillos en el modo de contener el conflicto social y hasta tuvo que prescindir de un Ministro de Justicia a quien la máxima de no reprimir no lo convencía mucho.

Comparto con Horacio González la idea de que estos episodios “ponen a la política argentina, nuevamente, en el máximo de exigencia moral e intelectual”, también coincido como señalaba en la nota del sábado 11 de diciembre en Página/12 que se debe “tomar partido por las víctimas sociales, los débiles de la historia, sin más”.Si decidí apoyar el proyecto político del kirchnerismo es porque pude ver y comprobar que mejoraba la vida de buena parte de la población. Nunca pondría la defensa del proyecto por encima de la vida de los sectores más vulnerables. En este sentido creo que los hechos de Formosa son una nube negra que debe ser despejada. El día que el kirchnerismo deje de ocuparse de los sectores más desposeídos yo voy a dejar de ser kirchnerista.

Pero no puedo pensar los hechos en abstracto, como pareciera invocar González en esa nota, por fuera de la razón de estado, sino que entiendo los sucesos políticos como situados, respondiendo a relaciones de fuerza, a estrategias políticas que muchas veces sus protagonistas ignoran. Con esto no quiero decir que voy a negar la legitimidad de la protesta o que voy a desalentar las manifestaciones y reclamos. Creo que una sociedad crece en la medida en que se escuchan más voces señalando lo que falta. Pedirle al pueblo, especialmente al sector que más sufre, que se calle para mantener lo logrado es sostener una lógica asesina.

Para que las personas salgan en grupo a la calle, decidan tomar un espacio, tiene que haber u organización o un detonante que las motive a salir. Los hechos del 19 y 20 de diciembre corresponden al último caso. No nos pusimos de acuerdo para tomar la plaza sino que fuimos invadidos por el mismo sentimiento de furia que nos provocó el discurso de Fernando De la Rúa después de una serie de episodios intolerables. Teníamos que salir a la calle, era un acto, si se quiere visceral, la ciudadanía recuperó no sólo el protagonismo sino esa certeza de que su acción, su intervención podía modificar la realidad. Esos episodios fueron capitalizados por la fuerza política que estaba en mejores condiciones de aprovecharlos: el duhaldismo, pero nada le quita valor a esa presencia del pueblo en la calle después de tantos años de silencio.

Después podemos discutir largamente sobre el espíritu de los caceroleros, sobre la gente que sólo salió por la plata, pero lo que argumentaba en ese momento y lo que sostengo ahora es que no existen hechos políticos puros. Sostener que el 19 y 20 de diciembre llevó a Duhalde al poder es hacer una lectura cínica y desalentadora de la historia. Que las personas salgan a la calle, se presenten, se hagan oír, que escuchemos las voces de esas singularidades que no buscan representantes sino que están allí como seres que se pronuncian sobre su situación, es algo que siempre vamos a defender.Que sus reclamos están por encima de todo, por supuesto, pero ese “sin más” de González no me parece que ayude a concretar estos reclamos sino que nos ubica en una zona estrictamente moral. Esa moral de González me suena tan abstracta que corre el riesgo de parecerse a la falsa espiritualidad de Elisa Carrió. La moral la construimos sabiendo que estamos en un contexto atravesado por estrategias políticas. Llevar a los sujetos a la lucha del cuerpo a cuerpo es extremar el conflicto y eso responde a un plan, no es producto de la mera casualidad.

Mi planteo es el siguiente: Estamos en un momento donde el gobierno de Cristina Fernández goza de un alto porcentaje de imagen positiva. Existe un pueblo participativo, movilizado, critico, que ha recuperado su capacidad de pensar y discutir su época. Podríamos decir que hay un amplio sector del pueblo que se ha despertado y esto se expresa en una variedad de discursos que no son exclusivamente kirchneristas. Acciones estudiantiles, pueblos originarios que se visibilizan cada vez más, movimientos de diversidad sexual, trabajadores. No piensan todos igual, no se encolumnan de forma fanática a un modelo, como cree Tomás Abraham, sino que han recuperado su capacidad de protagonismo y la confianza de que ante el reclamo pueda existir una modificación de los hechos a su favor. Por otro lado se está realizando una muy interesante revisión del pasado ligada a la política de derechos humanos y a la mirada sobre la historia que posibilitó el Bicentenario. Tampoco aquí hay un discurso uniforme. Pero lo bueno es que nos hemos despabilado como sujetos, que queremos pelear, discutir y conseguir esos derechos que todos nos merecemos.

Pero aquí no se termina mi diagnóstico. Hay una derecha que ve en estas expresiones a su mayor enemigo. Una derecha que quiere el ajuste y la somnolencia de los noventa. Esta nueva derecha es más compleja de lo que parece porque tiene a muchos intelectuales progresistas que dicen, como expresaba Abraham en un programa de televisión, que él está de acuerdo con la política económica del kirchnerismo, que a él lo que realmente le molesta es su política cultural. Lo que yo siento es que mucha gente lo que no soporta es que las personas se aviven (aclaro: avivarse no quiere decir ser kirchnerista sino ser una persona autónoma, que es algo muy distinto)

¿Cómo hace esta derecha para poder imponer su modelo dentro de este contexto? Una idea de cualquier politólogo o conocedor más o menos profesional de la política es instalar una situación de violencia. La derecha siempre se ve beneficiada en el caos, la crisis, la confusión y el miedo. Instalar el miedo es un recurso que la derecha utiliza desde tiempos inmemoriales porque cuando la gente tiene miedo se vuelve más conservadora. ¿Cómo reducimos a un sujeto a su expresión más básica, plana , a esa existencia que lo vuelve domesticable? Instalando el miedo. Pueden ser muy progresistas, muy inteligentes, muy críticos, pueden dudar de Clarín y de TN pero si ven que corren el riesgo de perder todo lo que tienen se olvidan de “6,7,8” de las canciones de Barragán y del cadáver de Néstor y piden bala.

Lo que me preocupa del texto de Gonzales es que la derecha argentina es asesina y no le va a temblar el pulso si tiene que volver a matar como mató en 1955 en Plaza de Mayo o en los años setenta en la ESMA. Tenemos que defender a esa gente que padece pero también tenemos que preguntarnos ¿a quién beneficia todo esto? No por mezquindad ni bajeza ni mirada corta de la política, sino porque si estamos atentos vamos a impedir que todos aquellos que sufren terminen despedazados por la derecha. Voy a ser más clara, tenemos que hacernos esas preguntas por nosotros, no por Cristina, no por el kirchnerismo, sino porque los cuerpos a los que van a dirigir las balas si ignoramos esas preguntas y pedimos por una moral sin más, van a ser los nuestros.

domingo, 5 de diciembre de 2010

El sacrificio


La historia de Néstor Kirchner se parece a la de un héroe griego. Como Edipo que salva a Tebas del sojuzgamiento de la Esfinge, Kirchner salvó a nuestro país de la peor crisis institucional de la historia. Edipo vence intelectualmente a la Esfinge al resolver un acertijo del que nadie sabía la respuesta y lo proclaman rey de Tebas. Kirchner resuelve la crisis argentina con astucia, inteligencia y audacia, sin reprimir, dando combate a sus enemigos desde la argumentación y las ideas.
Vive su momento de gloria y después cae. Ocurre algo similar a los sacrificios que tenían lugar en épocas arcaicas.

Una buena parte de la sociedad hace propio el discurso de los sectores del poder económico, repite los panfletos de la propaganda mediática y lo acorrala hacia el sacrificio.

El sacrificio es una acción colectiva donde se elije una víctima, se la asedia y se la mata como producto de un acto violento y cruel que en la etapa primitiva de la humanidad ocurría a la vista de todos. Hoy los sacrificios se ocultan de mil maneras y también tienen carácter simbólico, en muchas casos no hay una mano ejecutora que actúa sobre el cuerpo de la víctima.

Lo esencial es remarcar que se trata de un acto colectivo. Las sociedades buscan mecanismos para llevar a determinados sujetos al sacrificio. Lo que le da relevancia a la acción es que el sujeto haya muerto como resultado de esa presión. Es un proceso donde las sociedades hostigan a un sujeto para sacrificarlo y después lo enaltecen, lo colocan en el plano de lo divino.

El ser sacrificado asciende al territorio de lo sagrado, que , si pensamos bajo la línea de George Bataille, es exactamente igual a lo prohibido.No se trata de lo incuestionable, como suele pensarse hoy la palabra sagrado. Al sacrificar a una persona se transgrede la prohibición del “no matarás”, desde ese lugar la víctima se vuelve sagrada porque fue el objeto de una transgresión social .Lo lleva al terreno de lo eterno al elevar a ese sujeto por encima de los demás.
Por estos días la derecha no soporta la idea de que Kirchner pueda convertirse en un mito y perseveran en su estrategia de negar lo evidente para intentar convertir su deseo en realidad, pero lo cierto es que parte del sustento de ese mito lo crearon ellos al demonizar al extremo la figura de Kirchner. Tanto lo cuestionaron, tanto se ocuparon en convertirlo en el responsable absoluto de todos los males ,que su muerte cobró otra fuerza, encendió en su figura el fantasma de la culpa. Muchas de las personas que lo lloraron estaban pidiéndole perdón. Por eso esa manifestación tan descarnada, porque de alguna manera se sentían “responsables” de ese deterioro físico, de esa salud debilitada a la que no se puede dejar de leer en clave política. Ese pueblo que lo acorraló y le hizo perder la última elección de su vida fue también (en una proporción importante) el pueblo que lo lloró. Hay una responsabilidad colectiva frente a esa muerte.

“Lo sagrado es, justamente, la continuidad del ser revelada a quienes presten atención en un rito solemne, a la muerte de un ser discontinuo” (…)“Sólo una muerte espectacular, operada en las condiciones determinadas por la gravedad y la colectividad de la religión, es susceptible de revelar lo que habitualmente se escapa a nuestra atención”

La muerte de Kirchner, que fue espectacular e inesperada, uno de esos acontecimientos políticos impensados, iluminó una verdad. Después de tanta discusión, de tanto discurso estratégico en función de tal o cual ideología, un suceso como la manifestación frente a sus exequias, vino a instalar la verdad como un hecho contundente y evidente que se da en el plano de lo real colectivo que se adueña de las interpretaciones restringiendo el espacio para las lecturas que buscan tergiversar su propia evidencia.
Hay sucesos sociales que podríamos llamar abiertos, que se prestan a muchísimas lecturas, incluso antagónicas y que en numerosas oportunidades suelen ser oscuros en cuanto a su significado, por lo general es el transcurrir del tiempo histórico el que les da su lugar y decanta su significado. Pero otros a los que llamaría cerrados (a falta de un nombre mejor) se vuelven dueños de la palabra que los explica. Por lo tanto los discursos que intentan falsificarlo se debilitan de un modo tan contundente , sin que sus argumentos despierten mayor atención.
Se revela algo de ese colectivo que la sociedad no quería ver. Descubre de qué cosas es capaz.

“Ese mundo es el mundo humano que, formado en la negación de la animalidad, o de la naturaleza se niega a sí mismo y, en esta segunda negación se supera sin por ello volver a lo que había negado al comienzo”

La sociedad no quiere ver el resultado de su animalidad, el sacrificio del que es capaz, y lo transforma en su apariencia de racionalidad como una manera de tapar su propia vergüenza.