domingo, 21 de noviembre de 2010

Los muertos


La prohibición que desde épocas arcaicas obliga a enterrar a los muertos es una señal del rechazo de la violencia. El desaparecido funcionaría como la negación de la violencia al borrar de la esfera pública no sólo su asesinato sino su cuerpo. Esa violencia que el estado realiza a escondidas debe ser negada por toda la sociedad. Ese acto, doblemente violento, se le impone a toda una comunidad que deberá reproducir el discurso de los asesinos. Así se pondrán en duda las denuncias, se dirá que nada ha ocurrido, la sociedad elegirá la opción más tranquilizadora, la de creer que nada pasó, que se trata sólo de habladurías.

El miedo al contagio frente a la descomposición del cadáver es también la comprobación de esa violencia. Lo que ese acto genera en quien observa es la náusea. Ese asco puede ser peligroso porque el rechazo a ese dolor descarnado reafirma la prohibición del “No matarás”.

En la época clásica algunos autores, como Aristóteles, tenían la teoría de que la vida surgía de la podredumbre. Se temía al horror y la atracción que la podredumbre generaba en los sujetos. Desde este lugar también puede leerse la prohibición de enterrar el cadáver de Polinice que realiza Creonte en “Antígona” de Sófocles. El rey Creonte quiere ofrecer el espectáculo de la putrefacción del cadáver de Polinice a toda la ciudad. No busca ocultar la violencia sino expandirla con el aroma del cadáver, ofrecer al pueblo tebano el espectáculo de las aves carroñeras destrozando el cuerpo muerto. Antígona se revela frente a esa prohibición en nombre de los dioses y ellos ejecutan el castigo hacia Creonte porque ese espectáculo que produce náuseas es demasiado peligroso, puede enardecer a un pueblo, puede mostrarle de cuanto horror un monarca es capaz.

Pero ¿qué pasa cuando una sociedad comienza a regodearse con las escena que en tiempos arcaicos le provocaron horror? ¿A esto se le llama civilización, a la normalización de la violencia?

“La muerte de una generación exige una nueva generación”, proclama Georges Bataille en “El erotismo” . Hacer desaparecer a una generación y robar sus hijos como un modo de poner en su lugar a seres nuevos, domesticados bajo los mecanismos de la apropiación. Reemplazar al muerto por una nueva generación despolitizada.

Pero sus planes fracasaron o no se cumplieron del todo porque la tarea de recuperación de la identidad que realizan las Abuelas de Plaza de Mayo implica un nuevo nacimiento. Ese sujeto reaparece bajo una forma nueva. El desaparecido se reencarna simbólicamente en su hijo que viene a reivindicar su tarea. Las Abuelas de este modo cumplen con una de las primeras consignas de las Madres de Plaza de Mayo “Aparición con vida”

La trasgresión es de carácter ilógico. “No existe prohibición que no pueda ser transgredida”, sostiene Bataille.

Oscar del Barco piensa la prohibición del “No matarás” como un mandato que no debería ser transgredido. La idea del “No matarás” supone en si misma la posibilidad de matar. Porque existe esta prohibición existe la guerra.

La violencia organizada de la guerra, esa violencia política a la que se refiere Del Barco, es producto de la prohibición. Por esta razón es prácticamente imposible buscar en el “No matarás” la afirmación de la no violencia porque ese mandato mismo es el que la genera. Si nos proponemos pensar una política donde la muerte no esté justificada bajo ninguna causa, bajo ningún valor supremo que la convierta en una herramienta más, debemos sostener su ausencia, su negación a matar bajo otro concepto, deberemos crear condiciones para que eso no ocurra pero el principal error de Del Barco ( a mi modesto entender) es afirmar su repudio a la violencia en un mandato bíblico, en una prohibición. El mismo Bataille señala que la religión es una simplificación. El sustento de la elaborada filosofía de Del Barco pareciera ser: no hay que matar porque está mal, incluso, no hay que pensar el porqué, no se debe matar y punto, como algo que no merece ser cuestionado. Esa imposición es la certeza de que el “No matarás” no podrá cumplirse.
El tabú apunta a la sensibilidad, no a la inteligencia. “La transgresión organizada forma con lo prohibido un conjunto que define la vida social”. Funcionan como elementos complementarios, no como opuestos

En el mundo arcaico los rituales que posibilitaban esa aparición desmedida de la violencia bajo toda sus formas eran tan importantes como el entierro de los muertos. Es decir la prohibición y la transgresión que encarnaba el ritual eran factores igualmente necesarios para mantener el orden social.

En “Las Bacantes” de Eurípides el castigo a Penteo es por haber intentado impedir que el ritual se cumpliera. Si bien la tragedia se ofrece como una propaganda en contra de las fiestas Dionisíacas el personaje que se propone la prohibición de la máxima bacanal griega es muerto a manos de su madre que está fuera de sí, presa del estado embriagador de Dionisio y lo asesina al confundirlo con un animal.La misma prohibición desata el peor de los crímenes.

“La religión es quien ordena la transgresión de las prohibiciones”, insiste Bataille. El “No matarás funciona prácticamente como una incitación a matar.

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